“Es necesario saber qué queremos ser como país, hacia dónde nos dirigimos y qué necesitamos para alcanzar lo que nos proponemos. Para saberlo hay que reunirse, discutir y establecer metas concretas y realizables. Esto es lo que se propone el Gobierno con la convocatoria al diálogo para llegar a un Acuerdo Nacional para el desarrollo” (Editorial de EL UNIVERSO, 10 de mayo). Me apropio de su contenido para acercarlo a nuestras circunstancias.

¿Qué queremos ser como país? Ecuador, de algunas décadas acá, paulatinamente, ha ido perdiendo elementos esenciales de “ser país’’ hasta convertirse en nave al garete sin timonel confiable. No existe una meta, no hemos trabajado para ser país porque, precisamente, carecemos de esos elementos básicos, constitutivos de un país. Entonces procede preguntarnos: ¿qué queremos ser como país? Imaginémonos leer la prensa del 2030: ‘Ecuador ha dado el salto hacia el desarrollo y bienestar convirtiéndose en un país que sabe qué hacer para llegar a donde quiere ir. Cultura, disciplina, trabajo y honradez son ejes que configuran y robustecen a los nuevos ciudadanos’. El gran Acuerdo Nacional (AN), programa en marcha del actual Gobierno, es una ocasión para ir más allá de lo contingente, por lo mismo, eventual y transitorio; es un momento propicio para recuperar aquellos elementos que garantizan la vida en sociedad en un determinado territorio.

Hagamos un ejercicio. Necesitamos firmar un acuerdo con alguien para armar juntos un viaje o para crear una empresa. Con seguridad no salimos a la calle y a la primera persona que encontramos le ofrecemos tal posibilidad. Para un acuerdo, grande o pequeño, debemos conocer a nuestro socio: su historia, sus referencias personales, su aptitud; con seguridad averiguaremos además sobre su solvencia económica, todo para estar seguros de su aptitud y bonhomía para sellar un pacto de caballeros.

Buscar un AN sobre educación, seguridad social, empleo, democracia, cambio climático, seguridad y lucha en contra de las drogas y la corrupción me parece una tarea titánica tanto por el número de temas como por la capacidad e idoneidad de los actores convocados en un tiempo excesivamente corto para su realización. Aquello que más me preocupa es qué cualidades (conceptos, actitudes, cosmovisiones y propósitos) deban poseer los integrantes del acuerdo que garanticen conclusiones eficaces.

Un ejemplo para explicar mejor el meollo de estos renglones. Quienes trabajen en un AN por la educación, ¿por dónde empezarán? ¿Con planes, programas, docentes, personal administrativo, construcciones, etcétera? Ciertamente que no. Ese grupo deberá necesariamente esbozar el perfil de ecuatoriano que necesitamos formar para luego ajustar planes y programas a esa necesidad.

Considero que son indispensables ciertas virtudes o cualidades en quienes conformen las mesas de trabajo del AN en marcha. Zapatero a tus zapatos: se requiere gente docta en educación, en medioambiente o en seguridad para hablar de estos temas; gente que los ignore no debe ser parte de decisiones trascendentes; un AN no debe estar sujeto a ententes políticos de corto plazo ni a intereses sectoriales porque dejaría de ser nacional.

“Si queremos un mundo de paz y de justicia, hay que poner decididamente la inteligencia al servicio del amor”, Antoine de Saint-Exupéry (O)