Me refiero a usted, ministro de Educación en funciones. Lo escuché hace unos días en el auditorio de EL UNIVERSO; usted fue puntual, tolerante y preciso en sus palabras, virtudes no muy en boga. Me refiero en estas líneas al Deporte estudiantil, con mayúscula. Voy a contarle algo de mis vivencias y transcribir parte de una carta, de estos días.

Hace cincuenta años se ‘vivía el deporte estudiantil’ en escuelas y colegios. Los rectores éramos elegidos para dirigir las Federaciones Deportivas Estudiantiles. Fui su presidente en Pichincha y vicepresidente en el Guayas. Organizar las competencias, supervisarlas y evaluarlas eran parte de nuestras responsabilidades. Cientos y miles de colegiales asistían a las competencias. Había pasión, también alguna piedra mezclada con el amor a los colores de cada institución. El CCC de Guayaquil fue quince años campeón consecutivo de atletismo hasta que fue vencido por el VR, quien mantuvo el cetro por catorce años. Cuando estaba por celebrar su fiesta quinceañera, el Espíritu Santo lo derrotó. ¡Tiempos aquellos!

Transcribo parte de una carta de Rafael D. a sus compañeros de colegio: “…ustedes nos regalaron el orgullo de ser cristobalinos, y consolidaron para siempre los valores del esfuerzo, del trabajo en equipo, la constancia en alcanzar los objetivos, llenos de valentía en el espíritu y en el corazón; el carácter para enfrentar el desafío y la determinación para lograr la meta; el rigor de la disciplina que rinde sus frutos al final; el honor de representar el lema de tu escudo institucional; el respeto al adversario; a ser dignos y altivos en la derrota, para volverlo a intentar una vez más, y a ser humildes en la victoria, porque siempre nos aguardará más adelante un nuevo reto al que enfrentar. El colegio nos dio una formación integral, en mente, cuerpo y espíritu…”.

“…ustedes nos regalaron y legaron con sus triunfos y derrotas, lecciones en valores y principios de vida y más, nos dieron verdaderos momentos épicos a lo largo de algunos años, que quienes los vivimos, no los olvidaremos nunca. ¿Cómo olvidar (la carta enumera a sus directores y a una veintena de atletas y sus inolvidables conquistas, nacionales e internacionales…) esa época de oro? Vivimos todas las emociones que la sana competencia deportiva puede conceder a generaciones de jóvenes ávidos de héroes y de sus conquistas”.

Mis lectores, nacidos en torno a los años cuarenta y sesenta, tienen en su mente, con seguridad, muy frescas las imágenes de las competencias deportivas de su época. Es sensato recordar aquello que se cambió por dar paso a viejos anhelos de grupos gremiales y regresar a modelos de organización que cosecharon triunfos de variada índole. Unas pocas sugerencias, señor ministro:

Retorne a la legislación de los años setenta en torno a la organización de las competencias deportivas. Establezca la coordinación necesaria con las federaciones deportivas provinciales para el uso de escenarios deportivos; privilegie la capacitación y contratación de excelentes maestros-entrenadores. El deporte va más allá de una cancha, permea toda una vida, la carta de Rafael D. es elocuente. Urge desempolvar lo bueno de un pasado reciente. (O)