El pasado marzo comenzó en Venezuela una secuencia de apagones que paralizaron al país durante al menos once días. Nicolás Maduro, desde el Palacio de Miraflores, dio una explicación: todo había sido producto de ataques de terrorismo cibernético por parte de Chile y Colombia, apoyados por su némesis, Estados Unidos. “¡Basta ya de agresiones de Donald Trump contra el pueblo de Venezuela!”, clamó.

Esta situación ha llevado al extremo el uso del enemigo simbólico creado para desviar la responsabilidad frente a un problema, victimizarse y presentarse luego como héroe redentor, defensor del pueblo.

Pero esta figura del enemigo simbólico no es nueva, está descrita en los once principios de la propaganda nazi de Goebbels, y ha sido un recurso muy utilizado en los gobiernos populistas y un gran justificativo para las dictaduras.

Es también sostenida por los argumentos de la teoría de la fijación de agenda o Agenda Setting, de Maxwell McCombs, una táctica para desviar los temas de discusión pública.

En Ecuador también hemos vivido ese fenómeno, y se me vienen a la cabeza dos ejemplos recientes del gobierno pasado, el primero fue el ataque sistemático a los medios de comunicación, ubicándolos como una figura antagónica, maquiavélica, de moral cuestionable, contraria al bien y los intereses del pueblo. Causando un gran daño en estas empresas, sus trabajadores y toda esa industria, a la que se suman los medios incautados, los que terminaron por quebrar o quedaron en precarias condiciones.

Eso me lleva al otro ejemplo, la figura de los Isaías como chivos expiatorios, posicionados como autores intelectuales y financistas de las actividades contrarias a los intereses de ese gobierno, sea cual sea su índole.

Este tema ha vuelto a tener vigencia con las declaraciones de Marcelo Bonifaz, uno de los policías que fueron detenidos tras los hechos del 30 de septiembre de 2010, quien denunció que en el gobierno anterior le ofrecieron beneficios a cambio de que dijera que hubo un intento de golpe de Estado con los hermanos Isaías como auspiciantes.

Estoy seguro de que muy pocas personas saben con certeza qué acusaciones han enfrentado los Isaías, de qué manera han sido juzgados, cuánto les han embargado, etcétera. Sin embargo, se construyó de una manera tan sistemática un imaginario de enemigo público que hoy es complejo deslindarse de ese estigma, para cualquier persona que lleve ese apellido.

Cómo olvidar el famoso hashtag #CulpaDeLosIsaias, que llegó a ser ridiculizado, en casos como Se cayó la señal de los Óscar... #CulpaDeLosIsaias, o Si Barcelona te da 5-0 #CulpaDeLosIsaias.

En un país donde pareciera que las esferas políticas se mueven por sus intereses de turno, donde cada vez hay menos confianza, hay que ser menos crédulo y tener una posición más crítica frente estas situaciones, al final nos estamos dando cuenta de que el discurso aguanta todo y la gente cuestiona poco.

(O)