Otra vez más estoy empezando a recorrer una Semana Santa. La señal de partida fue el reciente Domingo de Ramos.

Como suele ocurrir, los recuerdos principalmente de la infancia, juventud y adultez todavía se presentan, silenciosos y emotivos.

También vislumbro que cada familia vive los tiempos litúrgicos en función de sus creencias y costumbres heredadas o adquiridas, por propia iniciativa.

No he realizado una investigación, pero deduzco que ellas deben ser un tanto distintas entre las regiones de nuestro Ecuador, por la diferencia de los periodos escolares, pues mientras los profesores y estudiantes en la Sierra y la región Oriental se encuentran en pleno desarrollo del periodo de clases, en la Costa y la región Insular ocurre que están en plenas vacaciones de fin de curso.

Por lo tanto, considero: la preparación remota y próxima, así como de las vivencias propias, tanto de la Cuaresma como de la Semana Santa, no pueden ser oportunamente presentadas, recordadas o reforzadas en las escuelas y colegios que incluyen la formación religiosa cristiana entre sus actividades académicas y vivenciales, en el llamado régimen Costa.

Entonces, algunos docentes, corresponsables con los padres de familia de la formación espiritual de sus educandos, no pueden recordar o fomentar ni la preparación, ni la buena práctica de las varias celebraciones litúrgicas que van desde el Domingo de Ramos hasta el de Resurrección.

En general, ¿se habrá devaluado en Ecuador la vivencia de espiritualidad cristiana en Semana Santa?

¿Más en la Costa que en la Sierra?

Me parece que sería importante y aleccionador realizar una investigación sobre el particular.

Por formación y convicción he participado y participo en las celebraciones litúrgicas de Semana Santa, desde la infancia.

Primero me llevaban, luego me tocó ir por mi cuenta y finalmente llevando a otras personas.

¿Conoce que la liturgia que corresponde a cada uno de esos días es atractiva y, a ratos, imponente?

Particularmente me impresionan la unción y significado del lavatorio de los pies del Jueves Santo, el beso al crucifijo el Viernes Santo, así como el Pregón Pascual de la Vigilia y las lecturas del Domingo de Resurrección, que recuerdan la historia del pecado y la redención.

¡Ah! Y también el cántico de recordación y alabanza de algunos de los santos, aunque me ha dado mucha pena cuando el coro y, por lo tanto, los fieles, omiten nombrar a nuestros compatriotas que han llegado a los altares: Mariana de Jesús Paredes y Flores, Narcisa de Jesús Martillo Morán y el Hermano Miguel, Francisco Febres Cordero Muñoz.

¿Será por simple cuestión de patrioterismo? ¿Hay que ceñirse a reglas litúrgicas? ¿Acaso no es necesario y conveniente recordar y exaltar como buenos ejemplos a nuestros santos de probada excelencia humana?

Espero que la Semana Santa que corre no sea solamente un tiempo de vacaciones, que nos ilusiona con viajes, diversión y holganza, sino que incluya tiempos de reflexión, contrición y propósitos de enmienda, para tratar de ser mejores personas.

¿Qué le parece tal ilusión? ¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)