A propósito de las notas obtenidas en exámenes escritos y orales de los aspirantes a fiscal general, comparto las dudas que tengo.

Las notas son importantes, se supone que muestran las capacidades teóricas, académicas, de memoria y a veces también de razonamiento (no siempre…) de una persona. Pero ni son máquinas los evaluadores, ni tampoco quienes se someten a una evaluación. ¿Con qué criterio se hacen las preguntas y con qué criterio se evalúan? Se supone que quienes formulan las preguntas conocen más del tema que aquellos a quienes se las hacen, pues estos están pasando un examen que tiene jueces que deberían conocer más del tema que los examinados. ¿Esa suposición es correcta? Si no lo es, cómo pueden evaluar si conocen menos de la materia que aquellos que se someten a esa prueba?

¿Los altos puntajes muestran la valía de alguien para un puesto? En general son las personas más inteligentes, las que lograron graduarse con honores, quienes a la vez son responsables de inventos que han ocasionado mucho daño a los seres humanos. Las armas, las bombas, las guerras biológicas, las guerras económicas, los negocios del narcotráfico, no son obra de ignorantes, son obras de superdotados sin ética.

¿Cómo se puede evaluar la probidad para un cargo, el tesón, la pasión, la entrega?

Recuerdo los criterios de evaluación de una organización que buscaba emprendedores sociales para becarlos y garantizarles un salario que les permita desarrollar su idea innovadora sin la angustia de problemas económicos.

Es decir, quería encontrar personas que trabajen en lo social y tengan las características creativas, ejecutivas y de eficacia de los gerentes exitosos. Fui parte de un panel evaluador. Los aspirantes pasaron muchos filtros, los que llegaron a la evaluación final debían pasar la última entrevista con tres “jueces” por separado, cada juez anotaba sus conclusiones sin saber la de sus colegas. La pregunta final que cada jurado debía responder era: si hasta aquí toda la evaluación es positiva, usted confiaría en caso de peligro su vida a la persona que está evaluando sin temor a que lo traicione o lo abandone? ¿Puede usted confiar en ella sin ninguna clase de reparos?

Bastaba que uno solo de los miembros del jurado evaluador dudara justificadamente para que el candidato/a no fuera aceptado. Y la evaluación era secreta.

Los imponderables de los gestos, la comunicación no verbal, los valores de la persona también hacían parte de la valoración que se efectuaba. Y resultó ser una manera muy eficaz de emitir criterios de aprobación o no, de aspirantes.

Pienso que muchas de las evaluaciones escolares y de colegio necesitarían también una revisión. Los exámenes escritos donde las opciones son verdadero, falso, como casi la mayoría de cuestionarios, presenta un mundo binario, sin lugar para la discrepancia, la opinión, el criterio propio. Así dice el libro o el profesor y eso hay que responder y formamos repetidores de ideas, conceptos, pocos capaces de pensar por sí mismos. Las ciencias exactas no dan mucho margen para opiniones personales, aunque el universo cuántico pone en duda y complementa muchas “verdades” adquiridas; pero el lenguaje, las ciencias sociales, la comunicación, aun la tecnología y muchas más, no son verdades irrefutables que solo se aceptan. Todos los extremismos que padecemos, políticos, religiosos, vienen de esa incapacidad de aceptar la incomodidad de pensar por nosotros mismos. (O)