Extrañas y difíciles elecciones, más de 80.000 candidatos y de 200 organizaciones políticas, un sinfín de alianzas (en muchos casos, imposible entender quién estaba con quién). ¿Reflexiones?

Una. La diversidad es la base de la democracia, por un lado debe permitir (casi) que quien desee participe para no crear oligopolios peligrosos, pero por otro lado sí son necesarias ciertas reglas limitantes para crear organizaciones sólidas que representen tendencias marcadas. No lo hemos logrado.

Dos, apenas un tercio de las alcaldías se eligieron con más del 40% de los votos, y al menos un 15% con menos del 25%. La gran mayoría fueron elecciones peleadas, y con resultados muy bajos. ¿Qué peso esto otorga a los nuevos alcaldes? Como dice Yunda con ironía ante los análisis “… pero gané”, pero más allá de ganar hay que construir una alcaldía.

Tres. El PSC es el que más alcaldías tiene, y barre en Guayaquil y Guayas… pero es un poder (relativamente) limitado. Apenas 44 alcaldías (19% del total), de las cuales 15 están en Guayas. Pierde su bastión en El Oro y no está presente en Ambato, Quito u otros sitios importantes, su fuerza se limita a Guayas y alrededores. ¿Qué significa eso para 2021?… Se comenta mucho que el correísmo se ha fortalecido, pero seamos realistas: solo prefecturas de Pichincha y Manabí (2 importantes pero con votaciones débiles), nada más, aunque habrá que mirar con más detalle otras situaciones como los 9 concejales en Quito. ¿Es realmente fuerte? Dudo.

Cuatro, lo inaceptable. ¿Cómo es posible que hasta horas antes de la elección no conocíamos la manera de asignar los nulos? Queda ese debate: ¿qué mensaje transmiten los ciudadanos con el nulo y blanco y cómo se toma en cuenta? Y sigue latente otro debate: ¿voto obligatorio?

Cinco. ¡Pésimos resultados de las encuestadoras! Hay muchas explicaciones: la diversidad de candidatos, el voto vergonzoso, la mentira como forma de provocación, etc., pero parecen haberse unido a la tendencia globalizada en que las encuestas fracasan.

Seis. La gente sin duda busca a los nuevos, alejados de la política, pero no es una tendencia obvia. También hay arraigos locales (PSC en Guayas). O atractivos personales como Yunda (su paso por la Asamblea no fue visto como “político”, fue gracioso y se benefició de su red de radios obtenidas de manera dudosa). Y más.

Siete. Ojalá que el Consejo de Participación entienda que su rol no es deshacer el camino (además sería ilegal)… y ojalá la votación antiminería en Girón no genere malos ejemplos (sí existe minería responsable).

Ocho. Qué poco responsables somos los ciudadanos frente a la política: nos informamos poco, votamos sin ganas, no nos hacemos responsables de los resultados, y además despreciamos la política y a los políticos. Pero luego exigimos a esa misma política que resuelva mil problemas colectivos. Hay un desequilibrio profundo entre nuestro desinterés anterior y la exigencia posterior. La única forma de acercar estas dos caras: que la política tenga menos influencia en la vida social, menos decisiones para los gobernantes, más para la gente y sus organizaciones… ¡Extrañas elecciones! (O)