Nuestro invitado

Ecuador es otro país en lo político si se realiza un ejercicio de comparación con la última década. Pasamos de un sistema de partido predominante a la exacerbada fragmentación de organizaciones partidarias en los ámbitos local, regional y nacional. La ausencia del liderazgo absorbente y de corte populista de Rafael Correa se transformó en la emergencia de nuevos cuadros, en unos casos, y en la reiteración de otros históricos, quienes en su gran mayoría ganaron las elecciones por alianzas. El tiempo determinará si esta estrategia fue eminentemente electoral o programática. Sin embargo, la idea de juntar partidos y movimientos alrededor de las candidaturas no remedió la personificación sobredimensionada de la política. La población sigue votando por las personas antes que por sus partidos y sus propuestas.

El reducido margen de ganancia de una treintena de candidaturas que se alzaron el triunfo con alrededor del 25 al 30 por ciento tiene varias lecturas. La primera es la relación desproporcional entre el número de dignidades a elegir versus la cantidad de candidatos que llegaron a la cifra astronómica de 80.000. Una segunda apreciación es la fácil posibilidad que tienen los colectivos de convertirse en organizaciones políticas locales y que en muchos de los casos hacen un ejercicio de debut y despedida. Una tercera perspectiva es la competencia política que se observó por fuera del plano ideológico y de los programas para disputar escenarios de pirotecnia electoral. La cuarta lectura evidencia que el alto porcentaje de indecisión se convirtió posiblemente en nulos, blancos y ausentismo.

En estas elecciones, más que en otras contiendas, se observaron grandes dosis de apatía, inconformidad y fatiga de los electores. Los motivos van desde la resaca que produjo el clima de polarización del correísmo pasando por la cantidad de candidaturas que imposibilitó eficientes mecanismos de promoción electoral hasta la equivocada idea de que las elecciones se ganan en las redes sociales. La variable de la corrupción y la impunidad jugó un papel interesante, ya que la ciudadanía entró en una fase de descrédito de la política sin que ello desmerezca las acciones puntuales de varios políticos y activistas que se juegan a diario con denuncias y llevan a cuestas juicios en su contra más persecución.

Tampoco se pueden proyectar escenarios para las presidenciales del 2021, porque los contextos son particulares y el tipo de dignidades es distinto. Es todavía prematuro adelantar candidaturas, porque la lógica de lo local no agrega elementos a escala nacional, pese a temas transversales como el empleo, la seguridad, la gobernabilidad, el ambiente, el tráfico de droga y los derechos humanos. La contienda local también evidencia la necesidad de contar con verdaderos partidos políticos y no maquinarias electorales que se activan en espacios coyunturales y que siguen girando alrededor de las personas. La población exige nuevas formas de hacer política con un giro ético impostergable, la profesionalización del manejo de la cosa pública, la voluntad de servicio y el compromiso con la ciudadanía. Nos queda mucho por hacer. (O)

* Docente, investigador.