Hemos sido escépticos a la real vigencia del proclamado libre mercado de los productos agropecuarios, peor cuando esa afirmación se extiende a los perecederos, en la práctica es una quimera por los elevados subsidios que lo distorsionan imponiéndose los poderes políticos y económicos, violando compromisos formales, inclusive constantes en tratados de libre comercio, tampoco funciona la solidaridad latinoamericana, ni el principio de equilibrio de las balanzas comerciales que todas las naciones buscan con esmero. Cuando no son suficientes las normas de la Organización Mundial de Comercio (OMC), a las que está adherida la mayoría de las naciones, se invocan las infalibles barreras fitosanitarias que prevalecen.

Luego de varios años de gestiones Ecuador logró abatir los obstáculos que impedían el acceso de banano a Brasil, que siendo un gran productor, el tercero del mundo, tiene posibilidades de importarlo, porque su capacidad es insuficiente para satisfacer requerimientos de calidad que en cambio a nuestra fruta le sobran, razón para que compita con ventaja a pesar del alto costo del transporte hasta el puerto brasilero de Santos, conservando capacidad competitiva, lo cual ha asombrado al presidente Bolsonaro según se deduce de sus recientes declaraciones, ignorando su presencia triunfante aún en más lejanos mercados, expresando que están terminados los estudios para revocar la apertura bananera que “acabará con el fantasma de la importación de plátano de Ecuador”, por razones fitosanitarias, no comerciales.

Efectivamente, la justicia ordinaria brasilera, acogiendo pedidos gremiales, dejó sin efecto la resolución que permitía el ingreso bananero, de efímera vigencia pues rigió apenas dos meses cuando se había importado solo el equivalente a setenta mil dólares, mientras lo previsto era colocar 100.000 toneladas anuales; tampoco es una cifra que pudiese afectar la producción local y era una ligera recuperación de una balanza comercial desfavorable para Ecuador. La decisión adoptada es inexplicable y sorpresiva en un gobierno que se proclama paladín del mercado libre y ajeno a todo proteccionismo, con acusaciones recogidas por medios de comunicación, que existirían intereses familiares presidenciales para favorecer nuevamente la vigencia de la cortapisa, claro, desmentidas oficialmente. Una vez más triunfa la voluntad del más fuerte, el estado-continente atropella a un país pequeño.

Lo más traumatizante es que se arguye que en Ecuador existen enfermedades como el virus de la bráctea, BBrMV, que supuestamente no tiene Brasil, aseveración falaz y peligrosa que rechazamos con frontalidad, pues ese mal está ausente de nuestros plantíos e indispone la bien ganada fama nacional, no solo por el banano que dejaría de exportar a Brasil, sino porque alentaría un funesto rumor que afectaría nuestra global exportación. Es urgente la intervención de una misión de expertos de la División de Protección Vegetal de la FAO, que inspeccione científicamente las áreas sembradas y, a través de análisis de laboratorio única forma de comprobarlo, determine que nuestros cultivos están libres de ese mortal padecimiento. El gobierno, por su parte, debe interponer ante la justicia brasilera acciones que demuestren lo deleznable de los argumentos de la extraña restricción, basada solo en la afirmación no verificada de un parcializado técnico, insuficiente para cerrar fronteras a las ventas ecuatorianas.(O)