Cómo le arranco a las calles de mi barrio una nota musical, una rima para un verso, un pensamiento para filosofar. No puedes, me contesta compungida y melancólica la razón; la calle no es propicia para fecundar una creación cautivante donde amigos de infancia, juventud de madurez, vejez, todos se sientan reflejados, ya que ellos amalgamaron juegos, experiencias, anécdotas e historias.

El barrio es Sucre entre Pedro Moncayo y avenida Quito. No logré arrancarle música sino cientos de notas mágicas, igual al número de aquellos que en su momento fueron los muchachos que llegaron a vivir en antiguas casas de construcción mixtas, algunos por meses, o por años, otros, hasta hoy que jamás lo abandonaron. Los amigos no dejan de concurrir al barrio conocido como zona roja. Al correr del tiempo algunos fallecieron, pero aquellos que viven hacen que retornen los ausentes eternos, no solo recordándolos sino que dentro del corazón se sienten sus pisadas.

Barrio porteño de cepa guayaca, tiene como su más preciada distinción ser de raigambre emelecista dentro del adyacente sector mayoritariamente barcelonés. Por razones insondables, contradictorias diríase, pero jamás injustas. En 1960 fundaron el Club Spor Lecaro Jr. que aún persiste como una astilla fibrosa de ese astillero que nos legó el clásico de los clásico del fútbol ecuatoriano. El Lecaro Jr. es un justo homenaje para quien años después lo llamáramos Ministro de Defensa y que en la década de los 80 con la participación democrática de todo los ecuatorianos fuera designado “el ídolo del ídolo”.

Hoy desde la Sección Cartas al Director de EL UNIVERSO, muy importante para los lectores de diarios de Guayaquil, permítanme repasar algunos nombres de los integrantes del equipo fundador: Carlos Andrade, José Paspuel, Gonzalo Rivera, Genaro Espinosa, Javier y Joffre Mancero, Jaime Jijón, Carlos Alvarado, Arturo y Jorge Duque, Luis Cisneros, Víctor Cáceres, Walter Jara, Jorge Armijos, Armando Landívar, director técnico Charles Ramírez. Algunos desde el cielo, otros desde el extranjero, en Guayaquil y en este querido barrio, leerán con templanza esta carta que pretende ser evocante muestra de amor.(O)

César Jijón Sánchéz,

Daule