La ONU designa a determinados años con el nombre de algún hecho, producto, substancia o actividad que tenga trascendencia en el bienestar mundial, la producción de alimentos es uno de ellos por su rol en la lucha contra el hambre y la desnutrición, con especial énfasis hacia los estratos sociales que más sufren su carencia, razón para haber nominado el 2016 como el dedicado a resaltar a las leguminosas, adjudicándoles el lema de “semillas nutritivas para un futuro sostenible”, por su particular facultad de fijar en los suelos el nitrógeno atmosférico, enriqueciendo su fertilidad. Antes, la misma ONU distinguió con esa determinación a la quinua, el arroz y los suelos, como almacén de nutrimentos para las plantas; pero para un permanente recordatorio, el 20 de diciembre de 2018 su Asamblea General, instituyó al 10 de febrero como el día dedicado a la exaltación de este grupo maravilloso de vegetales conocido también como legumbres. En correspondencia, la FAO exhortó a la población a “duplicar su consumo como eje de una dieta sana”. Se pretende difundir su alto valor nutritivo e inocuidad, especialmente si son cultivadas ecológicamente, es decir, sin empleo de químicos, destacando su papel en la salud humana como fuente inagotable de proteínas, fibras, minerales y oligoelementos como magnesio, hierro, yodo, potasio, calcio, fósforo, zinc, así como de vitaminas del complejo B, sean crudas o procesadas. Poseen un bajo índice glucémico conveniente para diabéticos. Integran este privilegiado conjunto de bienes de la naturaleza la lenteja, garbanzo, frijoles, el chocho (única de origen andino), incluyendo soya y otros, cuyos frutos se manifiestan en forma de vaina.

Ayudan a controlar el sobrepeso que puede llevar a riesgosa obesidad, contribuyen a regular el colesterol dañino, son tolerables inclusive para los enfermos celiacos (no pueden consumir gluten). Su degustación es aconsejable como preventivo para las enfermedades cardiovasculares y, por su alto contenido de fibras vegetales facilita el correcto funcionamiento de los intestinos. Estos beneficios han sido fundamento para que el diario español ABC, en su edición del 10 de febrero pasado, las haya calificado como “superalimento para todos los bolsillos”, por su bajo precio comparado con las proteínas animales.

Es necesario darles a las legumbres el realce que les corresponde con activa participación de todos los estratos formativos, desde las escuelas, pasando por los colegios y las universidades, que deberían organizar ciclos de charlas o conferencias que fomenten su consumo, cultivo e industrialización. Son apropiadas para la siembra en terrenos y espacios no aprovechados de las ciudades, fortaleciendo el concepto de agricultura urbana, no solo como medio de provisión alimenticia, sino como creadora de empleo e ingresos a los habitantes citadinos.

El mundo siempre requerirá de vegetales frescos, como legumbres y frutas, lo cual debe impulsar a los empresarios, como respuesta a la iniciativa de la FAO, a ejecutar proyectos para aumentar su óptimo y rentable cultivo, que reacciona con eficacia aun en condiciones climáticas adversas. Ecuador cuenta con áreas adecuadas para su producción doméstica y exportación, consistentes estudios de desarrollo agrícola lo revelan, existentes en el papel pero sin lograr concretarse en espera de más inversión agrícola.(O)