El populismo, una de las características del socialismo siglo XXI, otorga cosas con las cuales la gente se siente bien, pero que pasan factura en el mediano y largo plazo. Con habilidad diabólica, el populismo no permite que la gente entienda el daño futuro que van a ocasionar esas cosas por las cuales hoy los ciudadanos se sienten bien.

Estas acciones pueden tener efectos sobre un sector o sobre toda la sociedad. Las segundas son las más graves, y de esta categoría es lo sucedido con las tasas de interés en el Ecuador durante el gobierno de la FaRC (familia revolución ciudadana).

Las tasas, que deben ser esencialmente fijadas por el mercado, para reflejar el costo del dinero y el riesgo, fueron fijadas por la FaRC. Con discurso populista, se puso un techo a la tasa de consumo, para que “los pobres puedan consumir sin ser explotados con tasas altas” y “para que los banqueros no se aprovechen”.

En los Estados Unidos, la tasa a la cual las empresas piden prestado dinero para hacer inversión, esa que luego genera empleo, está alrededor del 5%, mientras que la tasa de las tarjetas de crédito para consumir está entre el 16 y el 24%, dependiendo del cliente. En Alemania la proporción es similar. En España una hipoteca está al 3%, mientras que la tasa de consumo al 15%, es decir 5 veces más. En Colombia la relación es 3,5/1.

La “antieconomía” de la FaRC fijó la tasa de consumo en solamente una vez y media de la corporativa. La de consumo era de 16% y la corporativa de 11%. Eso se presta para toda una fraseología del engaño: “No permitiremos la explotación al consumidor”, “no regalaremos crédito barato a los empresarios”, “protegemos al pequeño consumidor”, y mil disparates más.

La tasa de consumo es normalmente varias veces la corporativa porque el riesgo del crédito de consumo es alto, y su administración cara. Si alguien con su tarjeta de crédito viaja, consume televisores, y se va de parranda y no paga, no hay una garantía real atrás. El crédito corporativo presenta balances, entrega garantías reales, muestra flujos de caja y proyecciones de la empresa que pueden ser revisados y evaluados por los analistas de crédito.

Las tasas fijadas por la FaRC produjeron un mensaje poderosísimo: ¡Ciudadano: Consume! ¡Empresario: No inviertas! Consume porque tu crédito es muy barato en relación con lo que debería ser. No inviertas, porque tu crédito es muy caro en relación con lo que debería ser. Es que los populistas no entienden la fuerza de los precios relativos que los economistas sí entendemos.

El resultado es claro. Hoy el Ecuador tiene un desfase notable de inversión privada. Durante el régimen de la FaRC el sector privado realizó solamente el 50% de la inversión de la sociedad (cifras del Banco Mundial), mientras que en Chile, el Perú y Colombia el sector privado hace el 80% de la inversión total de la sociedad.

La gran riqueza petrolera, además de haberse despilfarrado en una obra pública irracional, sobredimensionada, y con sobreprecios, fue canalizada hacia el consumo de bienes y servicios, en vez de ser canalizada a la inversión productiva. Nos acostumbramos a cambiar frecuentemente electrodomésticos, televisores, teléfonos celulares, vehículos y a gastar y no invertir.

Claro, los ciudadanos se “sentían bien”. Pero no pensaron al consumir en demasía que ahora no se pueden pagar las tarjetas, porque no hay crecimiento y porque las empresas no invirtieron entre otras razones por altas tasas corporativas, y porque no hay empleo suficiente. Hoy, cuando los hijos de quienes se sentían felices consumiendo salen de la universidad y no consiguen trabajo, nadie le pide cuentas a aquellos que distorsionaron este precio tan fundamental como las tasas de interés.

Y cuando se trató de corregir en una pequeña parte el tema, la sociedad entera se levantó, sin preguntarse lo de fondo: ¿Es lógico controlar los intereses y fijarlos por decreto y no por un mercado que mida los riesgos? ¿Es lógico tener una estructura de tasas que fomente el consumo y no la inversión productiva? ¿Es lógico que las cooperativas paguen intereses mucho más altos que los bancos, y canalicen ese crédito hacia el consumo poniendo presión a la balanza de pagos? ¿Se comparó la estructura de tasas con la de otros países?

Lo grave del populismo es que deja esquemas perversamente venenosos. ¿Cómo se corrige ahora este problema? Si las tasas fueran lo que deben ser, habría un golpe terrible a la economía personal de los tarjetahabientes. Más aún, quienes generaron este problema gritarían que se está atacando a los ciudadanos.

No puede seguir el Ecuador manteniendo tasas controladas, que promueven consumo y más consumo, y desestimulan la inversión. Solo la inversión productiva genera empleo, crecimiento, y acumulación de riqueza, única receta para ir resolviendo el problema de la pobreza y la inequidad. (O)

Con discurso populista, se puso un techo a la tasa de consumo, para que “los pobres puedan consumir sin ser explotados con tasas altas” y “para que los banqueros no se aprovechen”.