Opinión internacional

Debe llamarnos mucho la atención la relación existente entre la criminalidad y la inequidad. Generalmente no percibimos este fenómeno hasta que comparamos cómo países de mayor desarrollo relativo tienen menos presos frente a nuestra realidad inundada de violencia, criminalidad e internos. Brasil, que vive un año dividido por el carnaval, es por ejemplo el país más violento del planeta con casi 55.000 asesinatos por año y todos fingen no entender por qué gana Bolsonaro con la promesa de mano dura y libre para policías frente al crimen. Esto no resolverá la realidad de un país enormemente inequitativo donde la violencia no es más que una manifestación o prolongación de ella. Tampoco nos molesta que seamos en ese campo peores que los países africanos a los cuales consideramos siempre inferiores ante nosotros.

Hay que conectar mejor y de manera más clara estos fenómenos sociales. Finalmente, la inteligencia es la capacidad de establecer la mayor cantidad de relaciones de cualquier fenómeno y claramente no la tenemos desarrollada cuando no somos capaces de establecer los vínculos entre inequidad, pobreza, criminalidad, corrupción, populismo o mafia. Mientras no seamos capaces de encontrar las causas de estos fenómenos complejos en las conexiones que tienen entre sí, no podremos enfrentar con éxito estos problemas complejos.

Si miramos todos estos problemas desde la perspectiva de qué tipo de Estado de derecho hemos montado para administrar estos conflictos, la situación se pone más compleja y difícil aún. El Estado refleja cabalmente las carencias y debilidades del sistema democrático y no sus fortalezas ni organización, tan necesarias para abordar con éxito estas realidades. Así, se ahonda el tema de la inequidad cuando se responde con un gigantesco como torpe y corrupto programa de subsidios, que muchos aplauden al principio a pesar de estar seguros de que acabará en una corrupción del tamaño del país. Todos conocen el final de estos procesos en donde cuando más se paga por las materias primas en los mercados internacionales, más se fortalecen la retórica y la acción enderezada al fracaso. Cuando más requerimos racionalidad, rigor y organización, más elaboramos y practicamos políticas destinadas al fracaso.

No hemos podido lograr entender la relación que existe entre fenómenos en apariencia disímiles sin embargo absolutamente vinculados unos con otros, por ello la tendencia pendular de la administración de estos hechos. Sanguinetti, que a sus 83 años de edad quiere volver a ser presidente de Uruguay, afirmó alguna vez que el populismo es el hijo de la abundancia y tuvo razón. Ojalá la gran cantidad de recursos que tenemos no siga la misma ruta de perder oportunidades en una democracia que merece ser pensada y actuada de forma diferente. Hasta ahora las relaciones negativas se sobreponen a los hechos positivos donde el reconocimiento de estos fenómenos se compadece con políticas efectivas que generan desarrollo y prosperidad y no al revés. (O)