Nuestro invitado

Al inicio de la década de los años 80 del siglo pasado, América Latina inauguraba un ciclo político de transición de regímenes dictatoriales a democracias en ciernes debido al clamor popular de varios países, en los cuales se transgredieron de manera permanente y sistemática los derechos humanos, civiles y políticos. Hasta ahora, los gobiernos del Cono Sur están marcados por las cicatrices de gobiernos sanguinarios y de una doble visión por el choque intergeneracional entre los adultos mayores y la juventud sin memoria histórica. El retorno a las libertades fue muy particular en cada lugar y los resultados también. No hay un indicador que determine si la salida de una dictadura garantice a futuro democracias plenas, pues el populismo, la corrupción y las crisis de representación política se reiteran.

Tanto es así que algunos líderes de izquierda que combatían las dictaduras de aquella época, ahora son los nuevos dictadores del siglo XXI, como es el caso de Daniel Ortega en Nicaragua. En su momento, el combatiente fue un feroz detractor de Anastasio Somoza. Otro patético ejemplo son los hermanos Castro en Cuba, porque su hito fundador fue la lucha contra Fulgencio Batista, pero desde aquel hito –que marca un antes y un después en la isla– instauraron un régimen de control que subsiste del apoyo económico de otro dictador, Nicolás Maduro, sin perder de vista los signos autoritarios del expresidente ecuatoriano Rafael Correa y el boliviano Evo Morales.

La transición a la democracia en países como Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina, Uruguay, Chile y Brasil no tuvo los mismos resultados en las fases de consolidación y calidad de la democracia. Ningún país ha estado exento de escándalos de corrupción que han tocado las más altas esferas gubernamentales con profundidades e intensidades diversas. Los sistemas de partidos son extremadamente frágiles en los países andinos después de haber pasado por tres momentos: intentos de institucionalización y breve permanencia, declive y desaparición e instauración de partidos predominantes bajo el signo de los gobiernos del socialismo del siglo XXI.

En las dos últimas décadas, estilos de liderazgo populistas y autoritarios en América Latina han polarizado a la población y han desaprovechado, además, el boom económico signado por las materias primas y el alto precio de los hidrocarburos. Muchos gobiernos atraviesan el descrédito de la ciudadanía, pero además está a la vuelta la configuración de un escenario antipolítica y de incredulidad en las organizaciones partidarias, sobre todo en aquellas que irrumpieron contra el sistema tradicional, pero que terminaron exacerbando los vicios que tanto resistió la población.

El escenario de incertidumbre económica en la región por el fin de la bonanza de la década pasada demanda certezas en la esfera política y los ejes de la construcción de esas certezas son la lucha contra la corrupción, la recomposición de un sistema de partidos, el fortalecimiento de las instituciones y la ciudadanía, la progresividad de los derechos civiles, políticos, sociales y económicos, el fin del populismo y la personalización de la política. (O)

* Docente investigador