Más de 80.000 ciudadanos han decidido postularse para alcanzar en estas nuevas elecciones alguna dignidad en alcaldías, prefecturas, Consejo de Participación Ciudadana y Control Social... Sinceramente de todo ese conglomerado, ¿a cuántos conocemos?

Añoramos alcanzar la perfección o al menos que quienes estén dirigiendo nuestro país o ciudades se acercaran a esto, pero, ¿se puede lograr? ¿Es justo que exijamos las mejores cartas de presentación si luego cuando existen candidatos con amplia preparación, votamos por los que nos hacen reír, entretener o tienen el discurso “más bonito”? Hay una gran diferencia entre nuestra imagen real, la imagen que deseamos dar y la forma que el público nos percibe. La imagen real es como somos en realidad, nuestra identidad, eso que por medio de actos y sin esperar nada a cambio nos convierte en la persona que somos, eso de que muchas veces ni siquiera nosotros estamos conscientes. La otra cara es la imagen que deseamos presentar, esa máscara de virtudes vacuas de la que nos preocupamos por resaltar, pero si nos miramos con sinceridad en el espejo sabemos que no es real. Y la otra, la que les importa a los candidatos y partidos (les han inculcado como más relevante) es la imagen que el público, elector, percibe. En estas dos últimas imágenes, la que se desea dar y la percibida, trabajan los candidatos y partidos y convencen al gran electorado. Por esto es que seguimos viendo grandes caravanas con “garotas” o mujeres y cervezas, música salsa y payasos, candidatos abrazando niños, caminando por las plazas y sobando perros. La honestidad, responsabilidad, solo sirven para que los candidatos puedan gritar que son grandes poseedores de dichos valores, ¿pero lo que predican es cierto; no son máscaras las que presentan? Seamos francos, el fin de las campañas es convencer a los electores para que voten. La manera responsable de ejercer nuestro voto sería investigar a fondo los perfiles de los candidatos que nos interesan, porque serán quienes tomen decisiones por nosotros una vez que sean electos. Nuestra responsabilidad no es solo frente a la papeleta de votación, sino luego levantar voces si vemos que quienes están en el poder no cumplen con lo que prometieron.(O)

Francisco Andrés Ramírez Parrales,

ingeniero, arrocero; Samborondón