El aborto en caso de violación nos lleva a una situación trágica y dolorosa. Son dos crímenes. Dos víctimas. Dos actos de violencia perpetrados en lo más íntimo de la mujer. Ninguna de las dos víctimas puede quedar invisibilizada. Aunque el aborto fue desencadenado por una violación sigue siendo un crimen y, por lo tanto, no puede ser despenalizado. Porque la vida debe ser protegida desde la concepción como dispone la Constitución, pero además porque su despenalización sería algo injusto e inhumano.

¿Cómo podemos decir que estamos construyendo una sociedad más justa si hacemos pagar a un hijo por los delitos de su padre? ¿Cómo podemos decir que somos una sociedad más inclusiva, si estamos discriminando a una persona por cómo fue concebida, si estamos diciendo que su vida no vale y su muerte queda impune?

Sin embargo, tampoco podemos ignorar el trauma y el conflicto interno que está atravesando la mujer que ha sido violada (en algunos casos de forma sistemática) y aborta, muchas veces por la falta de ayuda, porque como sociedad hemos preferido que esas situaciones permanezcan ocultas en lugar de acoger ambas vidas. Y la mujer atraviesa por un segundo acto violento, el primero le asaltó su intimidad, el segundo le robó su maternidad. Y el dolor se acumula, la golpea, la vuelve más vulnerable. Las secuelas del aborto son reales porque nadie queda indiferente ante una muerte, y esa madre llora, en soledad, la muerte de su hijo.

La solución más justa, humana y eficaz es la suspensión de la pena bajo la condición de asistir a un tratamiento psicológico, tal como lo establece el COIP, para que esa mujer pueda sanar las heridas de la violación y del aborto. No se despenaliza el aborto, y así se respeta el derecho a la vida de todas las personas, y se previene que ingrese el negocio del aborto que tanto daño ha hecho en el mundo. Esta solución beneficia a la mujer porque previene que se vuelva más vulnerable, que caiga en fuertes depresiones, trastornos alimenticios, adicciones, intentos de suicidio. Beneficia a las personas alrededor suyo como sus hijos, y beneficia al Estado. Justicia y humanidad de la mano. (O)

Cristina Valverde Johnson,

Guayaquil