Sí. Sugiero pensar un poco más en regresar al futuro porque parece que es el único tiempo del que dispondremos para hacer o no hacer.

Y eso si nos lo permiten, porque no todo lo que pensamos hacer depende exclusivamente de nosotros mismos.

Es obvio: el pasado es inalterable, aunque puede entenderse que la percepción de lo ocurrido puede cambiarse con nuevos y verdaderos elementos de juicio.

Ya dijeron antes de que nosotros existiéramos: “Lo hecho, hecho está”.

A veces quisiéramos que lo incómodo no hubiera ocurrido, hubiera sido diferente o se presentaran otras circunstancias, diferentes personajes; en fin, que se pudiera repetir la escena para mejorarla a nuestro gusto o necesidad, como suele pasar durante los ensayos de las obras de teatro, para mejorar las actuaciones y el resultado.

Y ese puede ser un punto clave, pues esos trabajos exitosos en los escenarios dependen, en gran parte, de la excelencia lograda en los ensayos, cuando se van eliminando los errores hasta aproximarse a la perfección, que es lo que agrada, deslumbra y provoca los aplausos de los espectadores.

De manera que, si no podemos viajar al pasado, para recomponerlo o mejorarlo, sí podemos ir al futuro que nos habíamos imaginado, en procura de algunos cambios con el objetivo de que sea mejor, espiritual y materialmente.

¿Acaso se trata de planificación?

Puede ser así, que lo aspirado para después pueda realizarse de la mejor forma.

¿El sistema educativo familiar y escolar nos prepara para tareas como esa?

Interesante cuestión para analizar personal y grupalmente. ¡Ojalá lo pueda hacer usted, cuanto antes mejor!

Cada persona vive su propia y exclusiva experiencia, que no solamente será la suya, sino que incluirá la que pueda observar, analizar y apreciar a su alrededor.

Lo planteado choca con la creencia de que el destino de las personas está escrito y, por lo tanto, nada se puede hacer para cambiarlo.

Me parece que cada día nos preparamos para vivirlo, según el programa que elaboramos y, sin embargo, la experiencia nos demuestra que muchas veces nos vemos obligados a hacer cambios imprevistos, por lo que conviene estar advertidos y dispuestos a regresar al futuro planificado, incluso a veces escrito en programas impresos y distribuidos, pues hay cambios o adecuaciones imposibles de evitar, impuestos por circunstancias impensadas, no queridas, menos aún provocadas voluntariamente.

Vista así la vida de cada día, no podemos dejar de considerarla como una verdadera aventura, que exige no solamente atención, organización y ductilidad, sino también una dosis de buen humor, evitando grados de frustración, que puedan afectar nuestra eficiencia.

El futuro inmediato o mediato que nos imaginamos y planeamos también puede convertirse en una ilusión y debemos estar habilitados para aceptar las consecuencias del cambio de rumbo, el elenco, las locaciones, el escenario, etcétera.

¿Le ha acontecido tener que cambiar el futuro?

¿Tal cosa le parece viable, simple quimera o juego de palabras?

Siendo posible: ¿lo considera conveniente? ¿Cuándo? ¿Por qué?

¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)