La respetabilidad es el bien más preciado de un país. Nos hiere que el nombre del Ecuador esté mezclado en un escándalo, en que, además, se juegan intereses de terceros, no ecuatorianos. Me refiero a la intromisión rusa en la campaña electoral de los Estados Unidos, valiéndose de nuestro asilado Assange, cuya organización WikiLeaks no es sino una agencia de publicidad de los servicios de inteligencia rusos. Ya ha sido condenado a cárcel el exjefe de la campaña de Trump, el señor Manafort, y ya fue apresado, aunque pudo salir libre bajo fianza, otro asociado del presidente Trump, el señor Stone, quien era el que disponía la publicación de los correos electrónicos de la campaña demócrata y de la señora Clinton. Las dos personas mencionadas han sido acusadas por el fiscal especial, señor Mueller, que está cercando al presidente Trump, y que ahora quiere profundizar en las actividades de Assange en la Embajada ecuatoriana en Londres. La justicia norteamericana ha requerido –cosa insólita– la declaración de seis diplomáticos ecuatorianos anteriormente acreditados en Londres, y, también, quiere conocer lo tratado por Manafort, en 2017, con el entonces presidente electo, señor Moreno. Se conoce que Manafort obtuvo su cita por medio de su asociado ecuatoriano, señor Cuesta, quien es actualmente consejero presidencial. Se sabe que el objeto de la reunión fue el de la adquisición de empresas públicas de Ecuador. El ahora consejero presidencial actuaba entonces en representación de los compradores, y ahora está –¡increíble!– de promotor de ventas de esas mismas empresas públicas. Esto lo conocen los ecuatorianos, y, en Estados Unidos, los que investigan las actuaciones de Assange, Manafort y más involucrados en la conspiración rusa para favorecer a Trump. Esto salpica al presidente del Ecuador. Antes de que los asuntos se agraven más, es necesario cortar de un tajo el nudo gordiano atado por Assange, y dar por terminado el asilo. En Inglaterra, Estados Unidos y Ecuador se busca conocer las razones para defender tan tenazmente a Assange, a quien, además, lo hicieron ecuatoriano. Assange nos acusa, ahora, ante la CIDH de que el Ecuador lo espía. ¡Ah! Parece que le han echado tierra encima a la determinación de responsabilidades por la ilegal concesión de la nacionalidad ecuatoriana a Assange. El procurador general declaró que no estaba muy convencido de que era ilegal tal concesión, con lo que ya anticipó criterio, pero pasó el asunto al contralor general, que no se ha pronunciado hasta hoy. Recordemos que el presidente Moreno dijo que había dejado en manos de la canciller Espinosa la resolución sobre esta concesión de la nacionalidad ecuatoriana. El presidente Cordero, a fines del siglo XIX, no le dio esa facultad al gobernador del Guayas, Caamaño, quien vendió la bandera sin consultar a nadie, pero Cordero fue derrocado, en una sangrienta revolución. Ha quedado en evidencia que el gobierno de Correa actuó en connivencia con Rusia, y hoy trabaja para Rusia Today. La excanciller Espinosa le otorgó la nacionalidad a Assange para que se fuera a Rusia como cónsul. El presidente Moreno debería curarse en salud, mientras hay tiempo.

(O)

Ha quedado en evidencia que el gobierno de Correa actuó en connivencia con Rusia, y hoy trabaja para ‘Rusia Today’. La excanciller Espinosa le otorgó la nacionalidad a Assange para que se fuera a Rusia como cónsul.