Los delincuentes son ciudadanos con privilegios que no les corresponde: no pueden ser repelidos por parte de una víctima armada. No pueden ser repelidos por policías, también armados. No pueden ser acusados sino se comprueba la debida flagrancia. Una vez capturados, una ley obliga a la prensa esconder sus rostros, lo que no permite ser reconocidos por la ciudadanía.

Las sentencias son blandas. La mayoría sale de la cárcel con ayuda de ciertos fiscales y jueces. Las penas generalmente son reducidas por su “buena” conducta. La prisión significa alojamiento y comida gratuitos que solventa el Estado con los impuestos que paga la comunidad. Reciben gratis atención de salud y tratamientos médicos. Muchos son reincidentes y siguen operando desde el interior del recinto carcelario por vía internet. Son protegidos por instituciones de derechos humanos que vigilan que no sean víctimas de un “maltrato”. Por último, existen muchos en el mundo que son civiles, policías, militares, funcionarios públicos y hasta expresidentes, presidentes, exvicepresidentes, etcétera.(O)

Guillermo W. Álvarez Domínguez,

Quito