Esa es la cuestión, en esta ocasión. El sacrificio propio, en tanto acto de abnegación inspirado por la vehemencia del amor, es realmente encomiable.

¿Lo es también sacrificar a otra persona para beneficio nuestro?

¡No! Será un acto utilitario, pero no de abnegación.

¿Recuerda usted algunos casos, no solamente en la literatura sino en la vida real, que nos ayuden a distinguir ambas situaciones?

¿Tiene acaso experiencias personales que puedan servir de ejemplos para distinguir cuándo usted se sacrificó y cuándo a usted lo sacrificaron?

A veces conviene recordar las experiencias personales para que, partiendo de nuestra propia vida, podamos entender y valorar, con justicia y equidad, si fuera menester, las actitudes, acciones y omisiones de otras personas, cuya compleja trama de vida juzgamos en ocasiones con enorme premura y superficialidad, pues emitimos juicios sin conocer el complejo entramado de los antecedentes, las urgencias presentes y el abanico de las consecuencias, que necesariamente se presentaron.

Las bondades y las maldades producen frutos… ¿cada una según su especie?

Sí. Tarde o temprano se cosecharán los frutos buenos o malos, positivos o negativos, de todo lo que hemos ido sembrando, a lo largo de nuestra vida.

Habrá quien reclame y acuse, habrá quien alabe y premie, porque como enseña el habla popular ‘Cada cual habla de la feria según le va en ella’.

En medio de los criterios contrapuestos y los intereses parcializados, que incluso aúpan la autosatisfacción, por encima de toda regla, me parece que deberíamos detenernos y sin estridencias, pero con voz clara y firme presentar nuestras opiniones debidamente razonadas y coherentes que abonen nuestras tesis de concordia y bienestar.

¿Acaso no se nos ha hecho notar que los hijos de la luz deben ser más astutos que los hijos de las tinieblas? ¿Hemos repasado esa lección de vida? ¿La ponemos en práctica?

¿Qué necesitamos para ser más astutos? ¿Estudiar más? ¿Saber más? ¿Sacrificarnos más? ¿Comprometernos más?

Como puede apreciar, en el campo del civismo y no solamente en el de la práctica de una vida religiosa, hay desafíos a la conducta humana, que deben inducirnos al compromiso y a la acción, a cada uno de nosotros, según nuestro leal saber y entender.

El tiempo de campaña electoral para escoger dignatarios seccionales que nos toca vivir en estos días es propicio para plantearnos si vamos a desempeñar alguna tarea cívica o política, en el escrutinio de los candidatos, en el análisis de sus virtudes y defectos, en el apoyo de lo positivo que encontremos en sus planes de administración seccional o en la denuncia del mal que vislumbramos en ellos.

¡Todo fundamentada y razonadamente!, como corresponde a personas que ejercen conscientemente sus derechos de ciudadanía.

¿Sacrificaremos nuestro tiempo cuestionando lo cuestionable y apoyando lo laudable, en nuestro rol de integrantes de un pueblo dispuesto a colaborar para alcanzar el bienestar común?

¿Habrá que crear centros de análisis de los planes de administración seccional que han presentado los aspirantes a administradores seccionales?

¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)