Desde que era pequeño escuché a mi padre repetir que uno de los métodos infalibles para tomarle el pulso a una ciudad era dialogar con los taxistas. Él siempre decía: “… Si quieres saber lo que le pasa a una ciudad, cuáles son los temas sensibles o cuál es la valoración del gobierno local, conversa con la gente, el tendero de la esquina, el portero del edificio, el taxista…”.

Y nada tan cierto como ello; créanme que aunque no se alcance a conocer a profundidad la problemática de la ciudad, se identifica rápidamente lo que le preocupa a la mayoría o por lo menos, lo más reciente.

Fue así que comencé mi diálogo con Emerson, paranaense (brasileño) de 38 años, el conductor de un Skoda negro de Uber que me trasladó por 20 minutos a mi destino.

Aunque la tentación de hablar de política me resulta casi irresistible, desde hace algún tiempo he optado por evitarlo, pues suele ser un tema sensible para muchos migrantes que generalmente han abandonado sus países en circunstancias dolorosas.

Sin embargo, si el tema viene solo, pues, ni modo, me “sacrifico”.

Pues bien, hablando sobre la huelga de los taxistas que lleva varios días azotando la movilidad de los madrileños, y de ciertos desmanes que han derivado en violencia física contra vehículos de Uber o Cabify, llegamos al problema de la inseguridad y así, de un momento a otro, a Brasil.

Emerson me contó que tuvo que abandonar su país con su familia porque la inseguridad era insoportable y la economía cada día empeoraba. Que no se queja de su suerte, que en Madrid su familia está bien, que tiene trabajo y que está cómodo, pero que extraña su tierra.

“… Si Bolsonaro cumple la mitad de lo prometido, en unos años más, yo vuelvo a Brasil…”, sentenció.

Me dijo que está muy conectado con las noticias de su país, y que Bolsonaro ya redujo el número de ministerios, que ya no va a financiar millones para el carnaval y que está equipando a la policía para luchar contra el crimen organizado.

Que su país necesitaba un mano dura que ponga orden, y que todos los días les recuerda a sus hijos que Lula está preso por ladrón y que por su culpa no están en Brasil.

Me confiesa que se siente ilusionado por lo que pueda conseguir el nuevo gobierno, y asegura que si cumple con sus compromisos, debería quedarse 20 años.

Y mientras hablaba, yo pensaba en la cantidad de veces, a lo largo de la historia, que los políticos han ilusionado a sus electores, y luego, traicionado esa confianza, con gobiernos mezquinos, corruptos y lejanos de los grandes intereses populares. Cuántas veces han jugado con la esperanza del pueblo.

Desde la academia o desde la intelectualidad se puede decir mucho, pero hay que estar en los zapatos del pueblo para entender por qué determinado político recibe el respaldo mayoritario en las urnas.

Que Bolsonaro lo uno, que Bolsonaro lo otro… pues, ojalá cumpla con sus electores y muchos Emerson puedan volver a su patria. Lo demás, que sirva para las estadísticas y debates de politólogos. (O)