La otra mañana escuchaba en mi carro una entrevista que le hacían al vicepresidente Otto Sonnenholzner. Hablaba con franqueza sobre los problemas del país y sus posibles soluciones. Hace tiempos no escucha a un funcionario público hablar tan claro, con sentido común, sin esas poses ni politiquería a las que tanto nos habían acostumbrado los correístas de la última década. Terminó la entrevista, frené en una luz roja y se acercó un joven a limpiar el parabrisas del carro. Y pensé que no todo está perdido para ese chico si tenemos más políticos así. Hay esperanzas de salir adelante.

Esa misma mañana me dirigía a un conversatorio con María Paula Romo, ministra del Interior, al que fuimos invitados los columnistas de este Diario. Impensable en tiempos correístas que un ministro se reúna con articulistas y periodistas a conversar y contestar abiertamente sus inquietudes. Al igual que el vicepresidente, las palabras de María Paula fueron transparentes, sinceras, sin poses, con información y expectativas realistas. Contestó todas las preguntas, algunas incómodas, con la claridad y sinceridad que uno espera de sus funcionarios públicos. Salí de esa reunión optimista. Me fui a trabajar pensando que no todo está perdido en este país si tenemos más políticos así. Hay esperanzas de salir adelante.

Unos días después al entrar en Twitter me encontré con un debate intenso alrededor de lo que había dicho una asambleísta. Muchos la felicitaban, otros la insultaban. ¿Qué había dicho para causar tanta polémica? Había cambiado de opinión. La asambleísta María Mercedes Cuesta había cambiado su postura en contra de la despenalización del aborto por violación luego de escuchar los argumentos del otro lado y reflexionar sobre ellos. En otras palabras, hizo lo que todos los asambleístas deberían hacer. Estar abiertos al diálogo, a escuchar a quienes piensan distinto y estar dispuestos a aceptar los argumentos contrarios si estos tienen sentido. Escuchar y dialogar antes de atacar a opositores o imponer criterios. Al levantar mi mirada del celular y dejar los gritos e insultos tuiterianos, pensé que no todo está perdido en este país si tenemos más actitudes así. Hay esperanzas de salir adelante.

El correísmo sepultó la decencia en la política. Tocamos lo más bajo con el cinismo, la mentira y la corrupción de personajes vergonzosos. Algunos ya pagan sus abusos con la cárcel, el exilio o la tensión de saber que sus días de libertad están contados. La llegada de Lenín al poder solo anunciaba más de lo mismo. Pero no fue así. El Gobierno nos sorprendió con su giro inesperado. Hoy, varios políticos y funcionarios nos dan esperanzas. Y aunque un funcionario decente no garantiza buenas políticas ni decisiones correctas, sí nos da la confianza de que actúa pensando en el bien del país. Nos hace creer que hay salida.

Este gobierno difícilmente logrará cambios trascendentales. Tiene muchísimo por hacer y corregir. Será con suerte un gobierno de transición que ponga la casa en orden y prepare el terreno para el siguiente gobierno. Si logra eso ya será bastante. Y si en el camino cambian por completo esas caras cínicas y corruptas del correísmo por caras decentes y transparentes, hay esperanzas de salir adelante. (O)