Por: Rosa Amelia Alvarado Roca *

Soy mujer. No nací bella y soy hermosa. Soy la causante de mis errores y responsable de mi destino, no tengo miedo a las tormentas, soy capitana de mi propio navío.

Yo soy yo, me pertenezco a mí misma, como me pertenece por igual la sal de la lágrima y un atardecer sobre el mar. Soy lo que quiero ser. Si fracaso soy yo, si triunfo, soy yo. Soy mujer.

Soy mestiza, soy negra, soy blanca, soy chola, soy india de mi páramo, soy americana, mi color es de la tierra de donde provengo. Soy la conciencia del universo y el centro solar de la vida. Soy mujer.

Nací libre como nació libre el albatros y la gaviota, mi voz es libre, mi cuerpo es libre, mi mente es libre. No conozco de jaulas ni grilletes. Soy colibrí y soy águila, soy plegaria y soy relámpago. Soy mujer.

Soy imperfecta, pero no hay otra igual que yo. Soy flor y soy aroma, soy azahar y soy canela, soy árbol y soy raíz. Soy quien soy, no me cambia el viento, los abismos o el miedo. Soy mujer.

Vengo de un vientre, no de una costilla, vengo de las entrañas del mar, del cráter y del guayacán. Soy madera, cristal y nube. Soy loba, sal y grito. Soy la que llega hasta la pestaña de la luna.

Soy ternura y soy fuego. Soy útero, crisol de vida. Soy agua que danza sobre la piedra, soy semilla que germina en la madre tierra.

Soy la arcilla de mis ancestros, de mi sangre huancavilca nacieron las luciérnagas.

Soy mujer. Fui humillada, silenciada, abusada, aún me culpan del pecado de la manzana, pero mi voz prevaleció. Aún me violan, me mutilan, me discriminan, pero mi fortaleza prevalecerá.

Vengo de roturar la tierra, de mecer una cuna, de vender utopías. Vengo desde la historia y desde el pasado. He nacido muchas veces y volveré a nacer. Soy mujer.

Soy mujer y caminé los caminos, emprendí un largo viaje, subí a los cerros a contar las estrellas, crucé los ríos y los mares. Contemplé amaneceres, lancé mi voz desde la cima de la esperanza y soñé junto a la espuma del mar.

Pero las mujeres que hemos luchado, soñado, creado y somos resilientes, no hemos caminado solas, ha sido preciso vestirnos con la huella de cientos de mujeres que lucharon, soñaron y crearon. Y esa es la ruta que conocí. Con humildad admiré la senda de Violeta Luna, de Jenny Estrada, de Cecilia Ansaldo, de Beatriz Parra, de Yela Loffredo, de Noralma Vera, de Alicia Yánez, de Elsie Monge y de muchas otras ecuatorianas admirables. Ellas desafiaron las tormentas, vencieron los miedos y derribaron las murallas. Ellas fueron y son mujeres que, al decir del poeta, hicieron camino al andar y dejaron estelas en la mar

Ustedes, mujeres ecuatorianas, a quienes en esta tarde Hogar ofrece su modesto reconocimiento, son cántaros de la nueva vida, en ustedes está el camino, la rosa y la aurora. Hogar solo les dice gracias por señalar la senda para otras peregrinas que transitan por esta larga romería existencial. Ustedes son aquellas que tomaron el sol con una mano y el arado de la esperanza en la otra, para abrir los cerrojos, romper cadenas y sembrar la nueva vida. Y para ustedes hoy quiero compartir una frase que escuché al pasar y que proviene de un proverbio africano que dice: “Si las mujeres bajan los brazos, el cielo se cae”, y ustedes no bajarán los brazos, porque son poesía, fortaleza, luz, sabiduría y canto... (O)

 

* Discurso premiación Mujeres del Año 2018. Revista Hogar.