El jueves, una camioneta cargada con 80 kilos de pentolita explotó frente a la Escuela de Cadetes de Policía General Santander, en Bogotá, dejando 20 víctimas mortales y 68 heridas, todas cadetes de la Policía, con edades entre 17 y 22 años. Una ecuatoriana murió y otra resultó herida.

El ataque, que ha sido ampliamente condenado por gobiernos de distintos países y por organismo internacionales como la ONU y la OEA, revive la zozobra que durante décadas arremetió contra Colombia y que se esperaba superar.

Ayer viernes, el Gobierno colombiano le atribuyó la autoría a la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN), con el cual se habían iniciado diálogos en busca de la paz. La postura del presidente Iván Duque, ahora, es que no habrá negociaciones de paz con el ELN mientras persista en su actividad criminal, no entregue a todas las personas que tiene secuestradas y no renuncie a seguir cometiendo delitos.

En Ecuador, a inicios del año pasado, acciones terroristas en la frontera norte cobraron la vida de un equipo periodístico de tres integrantes, cuatro infantes de Marina y dos civiles.

El daño causado por el terrorismo no merece perdón. (O)