Hay momentos en la vida en los que la condición ambivalente, dubitativa, cínica o abiertamente complaciente con la injusticia termina fortaleciendo a aquel que con el poder político hunde a todo un país en un descrédito. Hay momentos en los que no caben los espacios para los tibios que generalmente son los que alargan el sufrimiento de su pueblo al no tomar posiciones que las consideran extremas, radicales o irracionales. Con los casos de Venezuela, Cuba o Nicaragua no cabe la posibilidad de ser tibios. Hay que asumir la responsabilidad de ser ciudadanos o vivir preocupados por lo que le acontece al otro. Los que creen que esto no pasa de ser una circunstancia amañada o pervertida por algún poder extraño adoptan esa actitud cuando se trata de detener la decadencia de algunos países, como los arriba citados.

Hemos desandado un buen tiempo en democracia para conocer cuáles son sus valores compartidos y que los derechos humanos están por encima de cualquier interpretación antojadiza. Sabemos que la constitución y las reglas deben ser cumplidas y aquellas con las que se disiente buscar reformarlas por los mecanismos electorales establecidos. Cuando esas mismas normas que se dieron los gobiernos de Venezuela y Bolivia, por ejemplo en el caso de los referéndum, no quieren convocarse o sus resultados les son adversos, no queda otra que expresar con voz firme que no se vive en un Estado de derecho, como se define también a la democracia. No hay cuestiones ni subterfugios cuando vemos personas muertas, encarceladas, torturadas o huyendo por millones para mantenerse tibios y creer que todo eso no pasa de ser una exageración de la prensa o hace parte de la conspiración exterior.

Los tibios creen que son exageraciones y que se basan en la mentira cuando la realidad escupe su verdad cotidianamente. Los “radicales” son aquellos que buscan justicia, que desean acabar con regímenes de terror que han hambrean y aíslan a sus pueblos. Los mismos que corrompen a sus militares para que los protejan y amenazan con “mano de hierro” a cualquiera que pretenda alzarse contra el poder constituido. Basta de sofismas y de retóricas huecas, no hay más espacio para los tibios en esos países. La actitud debe ser radical: por la libertad a través de la democracia. Todo lo demás es chantaje u oportunismo.

Se han probado todas las opciones civilizadas y no han podido contra estas satrapías. El pueblo ha cargado el dolor y la miseria. Sobrevive como puede en medio de unas necesidades extremas. Los organismos internacionales no son escuchados ni les interesa lo que digan. No hay más espacio para componendas ni negociaciones. Llegó el momento de actuar. Los instantes de tribulación son reiterados en la historia de la humanidad; incluso en la biblia hay una referencia directa cuando afirma: “a los tibios los vomitaré”. Eso está en el Apocalipsis, que espero no sea el caso de estos países hermanos su destino final, y menos con nuestra complicidad.