La segunda comisión interventora acaba de hacer el diagnóstico de la situación crítica por la que está atravesando la Universidad de Guayaquil. Se necesita de una verdadera solidaridad y participación de la comunidad científica y académica guayaquileña, frente a los actos de corrupción cometidos antes de la intervención, porque la solidaridad implica unión y asociación fuerte para poder rescatar nuestra universidad de la politiquería barata en la que estaba sumida, con propósitos turbios y ganancias para cierto grupo, aprovechándose de la posición pública, sin beneficio a los intereses sagrados como es la educación de un pueblo.

¿Cuál es el rol de la comunidad académica guayaquileña en la crisis? Tiene que reclamar cambios estructurales profundos y radicales, más financiamiento para la investigación en ciencia y tecnología. La investigación científica es una de las llaves para el desarrollo económico social, cultural y político del país, para intentar salir del subdesarrollo y el atraso; salir de país agroexportador a un proceso de industrialización para no tener dependencia con los países desarrollados. El modelo de ciencia, tecnología y universidad tiene que defender la gratuidad de las universidades públicas, con una selección idónea de los aspirantes, becas para alumnos brillantes y contar con profesores profesionalizados en docencia e investigación, una compensación salarial para el profesorado vinculado a méritos de investigación bien remunerada; no profesores ad honorem.

La universidad es el único espacio institucional donde se produce investigación científica nacional, apoyado por el gobierno de turno; esta relación debería existir entre el éxito de una sociedad, de un país, y la existencia de una universidad eficiente y no politizada, sin corrupción. Según datos españoles de la historiadora Claudia Eugenia Núñez, pese a los ingentes recursos, ninguna de nuestras universidades se sitúa entre las 200 mejores del mundo. El aumento de publicaciones científicas no ha sido acompañado por un crecimiento de las patentes industriales y sus graduados tampoco se benefician plenamente del mercado laboral. Se pone en grave riesgo el conocimiento científico generado por la universidad y la formación de futuras camadas de profesionales aptos para trabajar por el país; va a ser difícil formar especialistas de cuarto nivel, como doctorados o maestrías. Las universidades públicas del país dan educación integral a la población más pobre del país, y solo dando educación de calidad podemos salir del subdesarrollo. La intervención y reestructuración no solo debe ser sobre la infraestructura, sino mucho más profunda, implementar una biblioteca central actualizada y virtual, además de tener una editorial donde se puedan editar libros a bajo costo y publicar los trabajos científicos indexados y actualizados, para beneficio de los estudiantes y profesores. Adquirir laboratorios de punta de ciencia y biotecnología con biología molecular, robótica y nano-tecnología, donde se podrían elaborar vacunas y medicamentos que usan ingeniería genética recombinante para su elaboración. Todas las crisis traen maravillosas oportunidades de cambio, construcción de alternativas, nuevas ideas y consensos para mejorar; todo ocurre por algún motivo, que todo sea para beneficio de la educación de calidad de las futuras generaciones.(O)

Jaime Galo Benites Solís,

doctor en Medicina, Guayaquil