Al empezar el nuevo año, muchos nos tomamos un momento para revisar qué pasó, dónde estamos, dónde queríamos estar, qué pudimos cumplir, qué quedamos debiendo y qué cosas probablemente ya nunca lograremos.

También es el espacio para definir nuevos propósitos, y si bien la lista puede ser enorme, quiero escoger, arbitrariamente, cuatro temas que me gustaría ver hecho cenizas en la quema del próximo año viejo.

El primero es la falta de confianza. El enriquecimiento sospechoso, el tráfico de influencias, la impunidad descarada, la manipulación de la información, la corrupción, entre otros, han hecho que se desconfíe en todo nivel, de las voces oficiales, las instituciones públicas, instituciones financieras y especialmente de la justicia. No es extraño, entonces, que después la gente quiera hacer justicia por su propia mano. Siento que se vive con la tensión de que en cualquier minuto o desde cualquier lugar nos van a perjudicar.

Otro tema es el oportunismo. Esto tiene que ver con pensar desde uno y para uno, y no en el bien común, acomodando las circunstancias para obtener provecho.

No sé si el impacto del paradigma digital esquizofrénicamente individualista, centrado en un vertiginoso presente inmediato, ha tenido que ver con que ahora pareciera que todas las decisiones se toman en función de una ganancia personal.

Eso lo notamos en la viveza criolla, todos los días, y también en el escenario político. Antes, las ideologías nos daban un marco sobre lo que podría suceder o qué esperar, hoy los partidos son casas de oportunidades, y los políticos se cambian y se asocian sin vergüenza en función de sus conveniencias.

Ahora que estamos frente a nuevas elecciones, veremos cómo empieza el festival de las promesas y los abrazos.

Desprendiéndose un poco de este tema, viene el tercero: el respeto. La amabilidad, tener consideración, poder visibilizar a otro para actuar en función de una convivencia armónica.

El cuarto tema es la tolerancia. Vivimos la era de las causas, los movimientos que defienden los derechos de la mujer, de la comunidad LGBTI y tantos más, probablemente todas legítimas. Sin embargo, mientras pedimos aceptación, por otro lado siento que hay una creciente y desmedida violencia contra el que opina diferente o no está de acuerdo con lo que se propone, de lado y lado y especialmente en las redes sociales, y eso se puede extrapolar hacia casi cualquier tema, viviendo un estado de agresión permanente.

David Brooks, en su columna del New York TimesThe Morality of Selfism’, escribió: En el pasado, la moralidad se trataba de amar y trabajar por los demás, pero ahora se trata de mostrarse indignado por las cosas que otras personas están haciendo mal.

En fin, es un nuevo año, y como tal, aguanta cualquier propósito.

Luego de haber pasado años muy complicados y de vivir todavía en incertidumbre, creo que debemos trabajar no solo en la economía, sino en esas habilidades y principios que puedan garantizar nuestro crecimiento como sociedad, como comunidad.

Si pudiera pedir un deseo de Año Nuevo, sería que podamos volver a creer. (O)