Montaigne, en sus célebres Ensayos, habló del relativismo ético, según el cual lo que pudo ser moral en una época, deja de serlo en una nueva, y viceversa. Eso le está ocurriendo a Ecuador en su relación con el chavismo-madurismo. Hace un año, el Gobierno actual apoyaba la elección ilegal de una Asamblea Constituyente y la realización de elecciones anticipadas para que se reeligiera a Maduro. La excanciller Espinosa pronunciaba encendidos discursos de apoyo a estos procesos y los avalaba con su presencia; el actual canciller, como funcionario de carrera, los defendió, también, ante la OEA, como embajador. Afortunadamente, desde su discurso en la ONU, en septiembre último, el presidente Moreno definió una nueva posición, de rechazo a los regímenes dictatoriales de Latinoamérica, y, luego, junto con el actual canciller, decidió el retiro del Ecuador de la ALBA, creada por iniciativa de Chávez, y que en Sudamérica ya solo le queda la solitaria membresía de Bolivia, porque Evo Morales continúa en su propósito de eternizarse en el poder a pesar de la expresa prohibición constitucional y el rechazo en referéndum a esta desorbitada pretensión.

Este jueves, 10 de enero, Maduro se posesionará de hecho, nuevamente, como presidente de Venezuela. Lo hará a pesar de que la mayor parte de las democracias de occidente han anunciado que desde esa fecha dejarán de reconocerlo como presidente legítimo. Al Ecuador le corresponde pronunciarse sobre esto; debería sumarse al Grupo de Lima o hacer un aislado pronunciamiento en el mismo sentido. De lo que se trata es de impedir que Maduro continúe asolando a Venezuela, de no reconocer a su nuevo gobierno, de que el poder quede en manos de la legítima Asamblea Nacional para que esta convoque a elecciones libres, con participación de todos los actores políticos.

El Consejo Permanente de la OEA tendrá esta semana dos reuniones trascendentales: en la primera, el jueves 10, para tratar el caso de Venezuela, el Ecuador tiene el deber de desconocer al nuevo gobierno de Maduro, e identificarse así con sus vecinos que luchan por la libertad y la democracia. En la segunda, el viernes 11, se buscará adoptar medidas categóricas de sanción a los crímenes de la pareja que a sangre y fuego se impone en Nicaragua, y que ya ha igualado, si no superado, la ferocidad de los Somoza. De estas dos reuniones de la OEA depende en mucho el prestigio de eficacia del organismo regional en la promoción y defensa de la democracia. Este es un año trascendental para la libertad en el mundo, porque alrededor de un tercio de su población celebrará elecciones: entre otras, en India –la mayor democracia mundial–, en Indonesia y Nigeria. Ojalá pudiéramos tenerlas en Venezuela, Nicaragua y Bolivia.

Es de esperar que el Gobierno no haya acreditado una delegación a la posesión de Maduro, porque eso implicaría un reconocimiento a un gobierno ilegítimo, a un “usurpador”, que continuará invadiéndonos con emigrantes. Esta semana se definirá la línea del Gobierno sobre los represivos gobiernos de Venezuela y Nicaragua, y prevendrá, por lo que he llamado democracia preventiva, el futuro de la libertad en Bolivia. (O)

De lo que se trata es de impedir que Maduro continúe asolando a Venezuela, de no reconocer a su nuevo gobierno, de que el poder quede en manos de la legítima Asamblea Nacional para que esta convoque a elecciones libres, con participación de todos los actores políticos.