América Latina oficialmente tiene tres gobiernos dictatoriales. A la vieja autocracia cubana de dos generaciones completas se le han sumado la venezolana, responsable del éxodo de más de tres millones de sus habitantes, y la atormentada Nicaragua, donde Ortega terminó siendo la réplica de Somoza. No hay que usar más eufemismos, estos son tres gobiernos autoritarios responsables del fracaso social más resonante de los últimos años. Representan con claridad cómo es posible a pesar de ser rico en recursos naturales, como Venezuela, alcanzar el nivel de hiperinflación jamás conocido en el mundo y forzar una migración masiva nunca padecida en un país latinoamericano. Maduro y su socialismo del siglo XXI deben ser un caso de estudio para observar en detalles cómo es posible hacer trizas una nación en menos de 20 años.

Con claridad es posible observar que los gobiernos que se extienden más de 10 años o dos periodos presidenciales son nefastos para nuestros países, de ahí que no debe sorprendernos la sabiduría constitucional de chilenos y uruguayos que reducen la reelección a dos periodos pero siempre alternados. Si fueron buenos y bien recordados tendrán una nueva oportunidad, pero no darles la chance para que desde el control del gobierno usen todo el aparato público para mantenerse en el poder indefinidamente. Bolivia puede ser la cuarta de las dictaduras con un Evo Morales que ha manipulado la Corte Suprema de Justicia y el tribunal electoral para pasarse por encima el resultado de un referéndum donde el pueblo boliviano le impidió volver a ser reelecto. Ahora, haciendo tabla rasa de ese mandato popular, irá por un siguiente gobierno hasta el 2025. Ya pueden imaginarse el futuro de esa nación, lo mismo que dice el manual autoritario: represión, persecución, pobreza, cárcel, exilio y muerte. La misma receta que aplicó este año que nos deja el gobierno de Daniel Ortega y señora, cebándose la vida de casi mil nicaragüenses.

Si la democracia es un sistema político basado en el cumplimiento de las normas y muy especialmente de aquellas que regulan el poder para domesticar la violencia, estos tres gobiernos y, el cuarto en ciernes, han ido de contramano a la esencia del sistema y no pueden ser calificados de tales aunque se echen incienso de pueblo desde su retórica hueca y sin sentido.

El viejo ciclo de retornar a la resistencia, barricadas y lucha desde todos los frentes comienza de nuevo a emerger en la vida de estos cuatro países. La imagen del gobierno de Ortega de clausurar medios de comunicación, meter en prisión a periodistas o expulsar a organizaciones que cuestionan su poder no tiene otro nombre más que el de dictadura.

La gran lección que nos dejan estas experiencias es que la libertad –fin último de la democracia– debe estar permanentemente custodiada porque a la menor distracción la tiranía se instala para afirmar aquello de que cuanto más cambia América Latina... más permanece igual.

Que este año que se inicia nos encuentre siempre en las barricadas de la esperanza y no del odio, del respeto y no de la prepotencia para afirmar sin eufemismos que vivimos la libertad porque la respetamos en el otro. (O)

 

La imagen del gobierno de Ortega de clausurar medios de comunicación, meter en prisión a periodistas o expulsar a organizaciones que cuestionan su poder no tiene otro nombre más que el de dictadura.