En cualquier país, la sucesión del poder debe estar claramente establecida en sus leyes, a fin  de garantizar la estabilidad del sistema político, me refiero al sistema presidencialista en el que normalmente existe un orden de sucesión, en su mayoría es el vicepresidente el que le subroga en forma temporal o definitiva al presidente de la República.

La importancia del vicepresidente ha sido discutida en forma permanente, hay opiniones de  que ese cargo no debe existir, pero otras le dan una importancia capital. En julio de 1985, el presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, debió ser sometido a una operación quirúrgica; el tiempo que iba a estar bajo los efectos de la anestesia se calculó que sería de ocho horas; por lo tanto,  la jefatura del Estado, del Gobierno y de las Fuerzas Armadas estarían acéfalas durante ese tiempo, de acuerdo con la ley, se procedió a la sucesión.

En otros casos históricos, como el asesinato del presidente John F. Kennedy, la muerte de Juan Domingo Perón en Argentina o la de Jaime Roldós en nuestro país, la sucesión fue automática; igual la renuncia de Richard Nixon. Existen otros mecanismos constitucionales de sucesión en el caso de México, que desde la Constitución de 1917 no tiene vicepresidente; el caso de Venezuela es sui generis, el presidente de la República tiene la potestad de nombrar o remover al llamado vicepresidente ejecutivo.

En nuestro país con motivo de la renuncia de la vicepresidenta, este tema ha concitado variadas opiniones, pero desde la Constitución de 1830 ha existido el cargo de vicepresidente y se ha establecido que cuando no reemplace al presidente de la República, ejercerá las funciones que este le asigne; aunque desde 1946 hasta 1963 el vicepresidente ejercía la Presidencia del Senado del Congreso Nacional; igualmente, entre 1978 y 1998 cumplía las funciones de presidente del Consejo Nacional de Desarrollo.

Normalmente las candidaturas a la Presidencia y a la Vicepresidencia de la República constan en la misma papeleta y son elegidos en binomio, aunque en dos ocasiones fueron elegidos como vicepresidentes de una papeleta diferente a la del binomio. En el un caso fue el de Manuel Sotomayor y Luna, que en las elecciones presidenciales de 1948 fue compañero de fórmula de Manuel Elicio Flor, resultó electo vicepresidente y Galo Plaza Lasso, presidente; y, el otro caso, es el de Jorge Zavala Baquerizo, que en las elecciones de 1968 resultó elegido vicepresidente y en fórmula distinta, José María Velasco Ibarra presidente.

En algunos pasajes de nuestra historia, la Vicepresidencia estuvo vacante temporalmente, pero en la Constitución de 1851 fue abolida y restituida al siguiente año; igualmente, en 1906 se eliminó la Vicepresidencia hasta 1946 que fue restituida, los presidentes eran subrogados por el ministro del Interior.

Carlos Julio Arosemena Monroy asumió la Vicepresidencia en binomio con José María Velasco Ibarra, en 1960; al poco tiempo empezaron a surgir serias diferencias que produjeron un distanciamiento entre los dos mandatarios; Velasco Ibarra  acusó al vicepresidente de  que desde el Congreso se había convertido en cabeza de la oposición, motejándole de “conspirador a sueldo”.

Ahora que tenemos el tercer vicepresidente en el gobierno del presidente Moreno pensamos que el vicepresidente ¿es un conspirador a sueldo? (O)