Es escalofriante, pero el número de organizaciones políticas nacionales y provinciales que intervendrán en la contienda electoral del 2019 asciende a 280; sin tomar en cuenta otras tantas que no fueron reconocidas por el CNE. Esta cifra no demuestra que tengamos una gran riqueza democrática, por el contrario, demuestra nuestra pobreza ideológica, la carencia de una verdadera clase política como soporte primario del sistema gubernativo que requiere un Estado sólido y moderno.

El feudalismo político se agudizó en la década correísta, a pesar de que aparentemente pretendía consolidar un régimen de partido único, pero también había que dividir para “reinar”, y esa herencia nefasta nos generó postración y ambigüedades políticas. Lo poco que había de ideología fue arrasado en la década nefasta, y estamos enfrascados entre el coyunturalismo y la demagogia de cualquier aventurero que cree que con fundar un movimiento político, ya es parte de la historia; cuando en realidad es parte del saqueo sistemático de la patria. El feudalismo político es también un factor determinante de la corrupción galopante que nos agobia cotidianamente. Sin ideología, una organización política es simplemente un espacio venal para los enloquecidos por el dinero.

Es necesario refundar ideologías que signifiquen horizontes de planificación del desarrollo, permitan la generación de una clase política responsable y honesta, lo cual no se logrará con 280 organizaciones políticas sino con dos o tres megapartidos políticos que dinamicen el desarrollo nacional, desde ópticas claras y una ética a toda prueba; esta sí es una revolución democrática inaplazable.(O)

Mauro Terán Cevallos,

Quito