Espero que ‘Abrazos de Navidad’, al leerlo y quizá releerlo, exprese lo que intento trasmitir. Navidad acorta distancias. Navidad gusta de las cercanías. Navidad acerca, transitoria o permanentemente.

Estos párrafos se engendran en los riscos de nuestras montañas, en la placidez de nuestros lagos o bajo la sombra de árboles centenarios que desafiaron el hacha y no fueron carne apta para la motosierra. No hay lugar malo para pensar, lo que sucede es que no gustamos pensar, no digamos reflexionar, peor sumergirnos hasta muy adentro y examinar nuestra existencia en el espejo de valores que un día los hicimos nuestros.

Quien más, quien menos, todos queremos a nuestros familiares. Navidad, cada día con más fuerza, es una ocasión importante para decir que estamos vivos, que nos queremos, nos deseamos paz y mucho amor. El avance de la tecnología comunicacional es tan rápido y eficiente que en pocos segundos podemos enlazarnos con nuestros contactos y hacernos presentes a pesar de enormes distancias, pero es un riesgo el sentirse satisfechos con un contacto o relación virtual con nuestros familiares e íntimos amigos. Dejar de sentir la calidez de un abrazo, la fuerza de la palabra, la felicidad de compartir la mesa, es un retroceso humano. Hace unos días en la ciudad de Cuenca nos reunimos nuevamente, hermanos y cuñados, para decirnos lo de siempre: que no nos olvidamos y que mantenemos vivos sentimientos y costumbres que recibimos como herencia de nuestros mayores. Transcribo un texto elaborado para expresar sentimientos comunes latentes.

“Querida familia: Dios es generoso. Estamos juntos otra vez. ¡Estamos aquí aquellos que Dios quiso que sigamos de pie! Cada día que Dios nos regala somos lo que queremos ser. Felices, alegres y positivos… o … tristes, amargados y negativos. Somos constructores de nuestros días. La tristeza, la amargura y el pesimismo, con demasiada frecuencia, golpean nuestra puerta y piden quedarse con nosotros. No permitamos que se dobleguen nuestros hombros. Nuestras casas no reciben a la tristeza porque procedemos de hogares llenos de razones por qué vivir; no se llevan con la amargura porque siempre la combatieron; el pesimismo nunca estuvo en nuestras mesas de trabajo o decisión. Somos lo que decidimos ser. Que la Navidad 2018 sea una noche de paz y que esa paz nos acompañe el 2019 que está por llegar. Compartir fue siempre para nosotros una forma de decir a Dios gracias por tus bondades”.

Esta experiencia que les participo hace de algo muy particular un tema para analizarlo y sacar de él su quintaesencia y transportarla a sus propias vidas. Lo que interesa es qué y para qué hacerlo. Si Navidad nos acerca, si congela distancias, si pregona paz y amor es para que nos sentamos más humanos, para conocer a nuevos miembros de familia, saber qué hacen, en dónde trabajan, tener de ellos información suficiente para apreciarlos mejor, etcétera.

¿Qué hacer entonces? Romper distancias de toda índole para acercarnos con más fuerza a las personas que amamos y también a quienes hemos olvidado. Hoy es Navidad, siempre es Navidad.

Feliz Navidad, amables lectores de EL UNIVERSO. (O)