Expresión popular ecuatoriana que denota desconocimiento, desconcierto y desestimación ignorante y anticipada acerca de aquellos a quienes se alude. En estos días ha sido enunciada por mucha gente, para referirse a quienes conformaron la terna propuesta por el presidente Lenín Moreno para la Vicepresidencia del Ecuador. De manera supuestamente “analítica”,  la misma opinión ha sido vertida por algunos articulistas, comunicadores y analistas políticos, para aludir a las tres personas honestas y profesionales que han tenido actuación destacada en el campo de cada uno, pero a las que “acusan” de inexperiencia en el sector público y político. Aunque la Asamblea decide quién ocupa la función, ¿por qué la lista no viene en orden alfabético? Quizás porque solo se trata de cumplir el rito de las “ternas”, como un mero trámite para hacernos creer que somos una democracia obediente de la Constitución y las leyes.

¿Qué significa “tener experiencia en el manejo de la cosa pública” en el Ecuador? Cualquier cosa, en un amplio espectro que va desde los funcionarios correctos, anónimos y eficientes, que sostienen el funcionamiento de las instituciones, y se jubilan sin ningún reconocimiento y con una pensión básica. Hasta los psicópatas que hacen carrera política, aparecen cada semana en los diarios y en la televisión mientras dura su apogeo, y se llenan los bolsillos mientras están en el poder para asegurarse un cómodo retiro en Miami  o en alguna discreta empresa afincada en el Ecuador o en Europa. En algún sector intermedio de aquella ancha banda están los “políticos profesionales ecuatorianos”, personajes camaleónicos e incombustibles, que encarnan la ambigüedad ideológica característica de la política ecuatoriana, y que se las arreglarán para encontrar algún puesto en un gobierno o municipio, al menos pasando un periodo y mientras vivan. ¡Que las excepciones levanten la mano!

Si esta “experiencia en la cosa pública” no asegura nada, ¿deberíamos tener confianza cuando la honestidad y la preparación son los argumentos fundamentales del aspirante a una función del Estado en el Ecuador? No necesariamente. Porque ello está condicionado a la estructura subjetiva del personaje y a la consistencia de la misma, y eso es del orden de lo singular, lo inconsciente y lo impredecible, al menos a priori. Con frecuencia la experiencia política ecuatoriana se convierte en experiencia clínica, cuando por causa del acceso al poder se desencadena y se pone en acto algún rasgo contingente perverso o paranoide que se hallaba latente en algunos sujetos. El poder es catalizador de la estructura patológica de ciertas personas que acceden a él, y establece la distinción entre aquellos que se sostienen como sujetos de la ley  y los que ponen en evidencia su trastorno clínico y su conducta criminal.

En un país con una institucionalidad tan precaria e improvisada, una cultura política ciudadana tan primitiva  y una clase política tan… como la que tenemos, la elección de los gobernantes y de los funcionarios estará inevitablemente atravesada por la contingencia y la imprevisibilidad. Solamente con posterioridad sabremos cómo resultó la elección o designación. Pero eso ya lo sabía la santa quiteña Marianita de Paredes Flores y Jaramillo, hace cuatro siglos, y eso que no era “analista política” ni escribía artículos de opinión. (O)