Después de los últimos acontecimientos políticos, no sé qué más se podría esperar para Ecuador. ¿Estamos predestinados a sucumbir como nación, para sobrevivir como barbarie sin códigos ni valores? Sería un castigo injusto para nuestro pueblo. Dios es misericordioso, pero nos dio libre albedrío hasta para equivocarnos.

Tal vez sea el afán desmedido de “poder” que está en el “tener más y dominar”. Por eso mi capacidad de creer y confiar va mermando, pero me resisto a heredar a mis nietos y a mis pupilos la inacción como una lección de cobardía, haciéndome “de la vista gorda” de lo que oigo, siento y veo; he decidido ejercer aunque sea solo, mi derecho a la “resistencia” contra quienes hacen apología de los delitos que a diario cometen en altas esferas de los poderes del Estado. ¡Basta de utilizarme como peón de su tablero para lograr mezquinos fines! No soy testigo de piedra. Estoy vivo: pienso, sufro, tengo hambre, sed, dolor. Resistir no es soportar. No puedo aceptar impávido que insulten nuestra inteligencia, ofendan nuestra dignidad, roben nuestra esperanza, jueguen con nuestros sentimientos, se enriquezcan con nuestro esfuerzo y nos hagan creer que son “mecenas”. No solo viven de los diezmos que nos han impuesto históricamente, sino que pasean con impudicia los lujos con los que se lucran. Mucha corrupción, pocos nuevos ricos y muchos pobres quedan de la degeneración de la moral. Regalo consuelo para Navidad es un nuevo vicepresidente (tercero en este Gobierno). Propongo resistir, no soportar y nunca diezmar.(O)

Joffre Pástor Carrillo,

profesor, Guayaquil