Sí. Eso es lo que pretende el papa Francisco: que nos alegremos y regocijemos aun si somos perseguidos por causa de Jesús de Nazaret.

Lo expresó en su exhortación apostólica Gaudete et exultate, del 19 de marzo de 2019, que no atino a sintetizar y por eso transcribo una primera parte de lo que me parece más relevante para usted.

En su lenguaje directo y sencillo, nos recuerda que Jesús nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, porque a cada uno de nosotros el Señor nos eligió para que fuésemos santos e irreprochables ante Él, por el amor.

Recurre a la carta de San Pablo a los Hebreos y menciona testimonios que nos animan a que “corramos con constancia, en la carrera que nos toca”, recordándonos el llamado a la santidad que el Señor hace a todos nosotros, incluyendo a usted.

Recuerda que el Concilio Vaticano II lo destacó con mucha fuerza: Todos los fieles, cristianos, de cualquier condición y estado, fortalecidos con tantos y tan poderosos medios de salvación, son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre.

Entonces, no debemos desalentarnos cuando contemplamos modelos de santidad que parecen inalcanzables.

Hay testimonios que son útiles para estimularnos y motivarnos, pero no para que tratemos de copiarlos, porque eso hasta podría alejarnos del camino único y diferente que el Señor tiene para nosotros.

Francisco propone que cada creyente discierna su propio camino y saque a la luz lo mejor de sí, aquello tan personal que Dios ha puesto en él y que no se desgaste intentando imitar algo que no ha sido pensado para él.

Para ser santos no es necesario ser obispos, sacerdotes, religiosas o religiosos, afirma.

Muchas veces tenemos la tentación de pensar que la santidad está reservada solo a quienes tienen la posibilidad de tomar distancias de las ocupaciones ordinarias, para dedicar mucho tiempo a la oración.

No es así. Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio de las ocupaciones diarias, allí donde cada uno se encuentra y nos cuestiona:

¿Eres consagrado o consagrada? Sé santo viviendo con alegría tu entrega.

¿Estás casado? Sé santo amando y ocupándote de tu marido o tu esposa, como Cristo lo hizo con la Iglesia.

¿Eres un trabajador? Sé santo cumpliendo con honradez y competencia tu trabajo al servicio de los hermanos.

¿Eres padre, abuela o abuelo? Sé santo enseñando con paciencia a los niños a seguir a Jesús.

¿Tienes autoridad? Sé santo luchando por el bien común y renunciando a tus intereses personales.

Deja que tu gracia bautismal fructifique en un camino de santidad, abierto a Dios.

Opta por Él, elígelo una y otra vez.

No te desalientes, porque tienes la fuerza del Espíritu Santo para que sea posible y la santidad, en el fondo, es su fruto en tu vida, insiste.

¿Aprenderemos esta lección con optimismo? ¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)