“Alea iacta est”. La frase, hace referencia al general romano Julio César cuando al cruzar el río Rubicón pronuncia en forma de sentencia estas palabras: “La suerte está echada” en su marcha contra Pompeyo. Este pareció ser el destino de la que fue vicepresidenta María Alejandra Vicuña cuando el presidente Lenín Moreno la liberó de sus funciones, para que pueda defenderse sin interferencias de las acusaciones de las que era objeto por el caso de los diezmos de sus excolaboradores, cuando se desempeñaba como asambleísta; y además esto lo hacía el licenciado Moreno en razón de las delicadas funciones a ella encomendadas.

El Gobierno la liberó de sus funciones dejándola prácticamente sola para que se defienda. Para ponerlo en término folclórico, esto me recuerda a la letra de una cumbia colombiana famosa: “... Suéltala pa que se defienda / suéltala, que ella baila sola...”. Ella después renunció de su cargo. Pienso que cada uno es responsable de sus actos, por lo que hace o deja de hacer, y en estas perspectivas ante las contundentes denuncias presentadas por su exasesor, y la evidencia de los depósitos bancarios, “diezmos”, en su cuenta, es poco lo que se pueda hacer. “La suerte está echada”, ante la confesión de partes relevo de pruebas, dicen abogados.

La violación de los principios éticos que rigen el comportamiento humano deben sancionarse según la ley, ya que comprometen la estabilidad, la paz social y la imagen del país; por estos hechos de corrupción desde los ámbitos legislativo, penal y administrativo observando el debido proceso.(O)

César Carrillo Védova,

médico cirujano, Guayaquil