Mucho se dice y se hace en nombre de la Navidad y cada año la historia se repite con igual o mayor intensidad, especialmente en el ámbito comercial. Casi como un símbolo navideño característico, la aparición del anciano bonachón y regordete de largas barbas, vestido con un tono bombero y un saco de regalos, pretende ser la figura de Navidad. Ese viejito regalón llamado Papá Noel o Santa Claus no puede representar la Navidad.

La Navidad no es la fiesta de un “viejito” que regala. El que regala juguetes a los niños es el sacrificado padre de familia, si es que puede hacerlo. Se supone que la Navidad es el nacimiento del Niño-Jesucristo. Por Navidad se despierta la avidez del comercio, especialmente de toda clase de juguetes, inclusive de armas. No debemos esperar la Navidad para regalar a los niños y amigos, pues en cualquier ocasión se lo debe hacer. El afecto no debe estar sujeto a mostrarlo solo para diciembre; debe ser todos los días. Embriagarse en la Nochebuena para pasar en realidad una mala noche, eso no es Navidad, tampoco es comer en una cena especial; Navidad debe ser ¡sencillez! El intercambio de regalos, tarjetas de salutación y felicitación, los bailes y las bebidas en nombre de la Navidad, ¿no será eso tomar el nombre de Dios en vano?

La Navidad tampoco es la fiesta de un árbol ni de las luces de colores, simple y grandiosamente es el nacimiento de Jesucristo, único y verdadero redentor. Se utilizan muchas luces multicolores traídas con el progreso de la técnica, siendo un aditamento más de los arreglos navideños modernos, y por muy bonitos y ostentosos que sean contrastan con lo que se pretende recordar o celebrar, y eso es la pobre y sencilla venida al mundo del Señor en un humilde pesebre. Si en Navidad se recuerda el nacimiento de Jesús, los adultos debemos reflexionar que también tenemos que ser como los niños inocentes, limpios de corazón y mente para entrar en el reino de Dios; desechar tradiciones paganas que no honran a Dios. Es oportuno el consejo de san Pablo en Romanos 13:13: “Andemos como de día, honestamente, no en glotonerías y borracheras, no en lujurias ni lascivias”.(O)

Fernando Coello Navarro,

abogado, Guayaquil