El correísmo dejó al país en soletas. Durante 10 años tejió con esmero una morbosa urdimbre para concentrar el poder con fines protervos, arremetiendo contra la institucionalidad, la estructura legal, la justicia y la libertad. Hasta irrespetó la conciencia, la dignidad y la esperanza de la ciudadanía. Lamentablemente casi todas las voces se callaron, unas veces por miedo y otras porque fueron cómplices del desafuero.

En materia económica se persiguió a la iniciativa privada, salvo de aquellos que se beneficiaron de contratos, o quienes financiaron las mentirosas campañas. La producción cayó, el endeudamiento se multiplicó, y prosperó por doquier la corrupción. En el ámbito internacional se aisló al país de los centros mundiales importantes y se optó por establecer oscuras relaciones con países e ideologías populistas y autoritarias.

Al gobierno de Lenín Moreno le tocó la tarea difícil de levantar y devolver la dignidad de la sociedad ecuatoriana y de construir un nuevo futuro. Existe una evidente voluntad y decisión de hacerlo, pero la misión no es fácil, porque el daño fue planificado. No solamente los candados están blindados, sino que en los diferentes niveles de poder y decisión continúan enquistados los mismos del modelo corrupto y mentiroso. La crisis de gabinete de fin de año debe ser la ocasión para una limpieza a fondo; el país reclama.

Hoy vivimos una angustiosa realidad de desempleo y carencias en toda la población. Lo ingresos fiscales no abastecen las obligaciones, deudas, necesidades y demandas de los diferentes ámbitos y sectores de la sociedad. Hay un presupuesto planteado, el cual si bien requiere algunos ajustes para asegurar los equilibrios económicos y sociales en el tiempo, sienta bases en la dirección correcta y es lo que ahora tenemos. No solamente anhelamos el buen vivir sino el buen ser de los ecuatorianos.

Fabián Albuja Ch., economista, Quito (O)