Hace muchos años, cuando yo era estudiante de derecho, el doctor Camilo Ponce Enríquez me dijo que los pueblos perdonan todo, menos la anarquía. Ciertamente, el doctor Ponce jamás dio cabida a la anarquía cuando ministro de Gobierno y, menos todavía, cuando presidente de la República. La sensibilidad, la agudeza, la habilidad de los gobernantes, debe permitirles apreciar la gravedad de lo que ocurre al exterior de la jaula de piedra de sus palacios, traspasar los espesos muros con los que los cercan esbirros y aparentes amigos. En menos de dos años, el país y el presidente Moreno han sufrido y sufren dos crisis muy graves por los escándalos y juicios que envuelven a sus vicepresidentes; el uno, que llegó a su función como su compañero de fórmula en la papeleta electoral para la elección presidencial; la otra, escogida por él para encabezar la terna de la cual escogió la Asamblea el reemplazo del primero. La ciudadanía quiere saber con qué criterios se escoge a las personas para el desempeño de funciones públicas de tanta responsabilidad; quiere saber si con los mismos criterios se escogerá al eventual reemplazo de la vicepresidenta. Los dos vicepresidentes adolecen del mismo pecado original; los dos han defraudado al país, lo han desprestigiado internacionalmente, y han afectado seriamente la imagen del presidente. Esta es una crisis muy seria que puede tornarse en anarquía; tan grave es la situación, que sería muy difícil juzgar y destituir a la actual vicepresidenta, si ella no renuncia voluntariamente, porque no existe Corte Constitucional que autorice su juzgamiento. ¿Es esto crisis o anarquía? El Consejo de Participación transitorio, con las amplias facultades que le concedió el pueblo en referéndum, podría elegir una Corte Constitucional transitoria, mientras se elige la regular. De esta manera subsanaría de alguna manera las tareas que quedaron a medio hacer a raíz de que el Consejo retiró sus facultades a la Judicatura transitoria, cuyos miembros –al igual que la vicepresidenta– no tuvieron la delicadeza de renunciar, con lo que se frustró la tan anhelada reorganización de la Función Judicial. La vicepresidenta cuenta con familiares de larga trayectoria política que pueden mencionarle el caso de un exvicepresidente que no aceptó el pedido de que renuncie, logró, mediante pactos políticos, evitar la censura en el Congreso de ese entonces, pero no pudo evitar que el presidente de la Corte Suprema ordenara su prisión preventiva, lo que le condujo a fugar del país por muchos años, y pudo volver, solamente, cuando el presidente Correa lo indultó.

El buen nombre del país es algo sagrado, y el de sus autoridades, importante. Hay que evitar que este asunto de la vicepresidenta se prolongue, para disminuir el daño que ocasionaría un nuevo desangre como el del proceso a Glas; es importante dar término al asilo de Assange, que nos sigue comprometiendo con el espionaje ruso a la campaña electoral última de los Estados Unidos, lo que nos desprestigia y puede traernos graves consecuencias. En fin, hay que superar la crisis; un nuevo error puede acarrear anarquía.

(O)

El buen nombre del país es algo sagrado, y el de sus autoridades, importante. Hay que evitar que este asunto de la vicepresidenta se prolongue, para disminuir el daño que ocasionaría un nuevo desangre como el del proceso a Glas...