Cuando la secretaria jurídica de la presidencia llegó a la Asamblea Nacional a primeras horas de la tarde del jueves 4 de enero del presente año, sabía que llevaba un encargo importante, como era la entrega de la terna enviada por el presidente de la República que sería sometida a consideración de los asambleístas para reemplazar a Jorge Glas. En realidad, no hubo sorpresas pues semanas antes se especulaba con los nombres de María Alejandra Vicuña, María Fernanda Espinosa y Rosana Alvarado, todas ellas en ese momento activas y prominentes colaboradoras del actual régimen y, debe resaltarse, especialmente del anterior Gobierno. Se supone que para el presidente Moreno la figura de Vicuña era de especial importancia, pues meses antes le había encargado la vicepresidencia de la República, teniendo también a su cargo el Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda.

En ese contexto, nunca resultó muy convincente la lectura de las razones que impulsaron a Moreno a designar una terna de vicepresidenciables, con tan marcada huella, por más que entre proclamas y discursos se haya exaltado la absoluta independencia y equilibrio que sugerían las integrantes de la lista con respecto a la estructura política del correísmo; entre otros puntos, se argumentó que con la designación de Vicuña como vicepresidenta, el actual presidente intentaba equilibrar una relación fluida con determinadas bases del movimiento PAIS, evitando de esa forma el desconcierto que suponía una ruptura abierta y militante con todo lo que significaba Rafael Correa. Es decir que, de una u otra manera, la necesidad política fue la que primó en la designación de la actual vicepresidenta, ya que se deducía que su presencia como actora principal evitaría la dispersión y confusión de las bases, poniendo en orden el respaldo requerido por el presidente.

En todo caso se debe recoger también la absoluta confianza que tenía Lenín Moreno en su actual vicepresidenta; no es para menos, sobre todo el recordar el mandato constitucional que indica que en el evento de faltar definitivamente el presidente de la República, le corresponde al vicepresidente asumir el cargo por el tiempo que falte para completar el correspondiente periodo presidencial. Hay un punto adicional, tomando en cuenta el penoso antecedente de Glas, la absoluta y comprobada probidad del nombre propuesto para la vicepresidencia debía, sin lugar a dudas, estar más allá del bien y del mal como suele decirse en el aspecto ético, aún más tratándose de personas políticas con militancia activa y reciente.

Por eso es que en estos momentos en que se discute la responsabilidad de la vicepresidenta en el cobro de los diezmos, hay que recordar que en su momento, el actual mandatario tuvo todo el tiempo y la oportunidad de sugerir nombres alejados de atavismos políticos inoportunos, sin embargo no lo hizo, optando por una vía que posiblemente era la más sencilla en ese momento, pero definitivamente no la más adecuada. En ocasiones, hay que hacerse cargo también de ciertas decisiones.

(O)