Cualquier transición política tiene varias etapas con sus propios ritmos, intensidades y un reparto de actores que resguardan celosamente sus intereses. En la práctica, es una permanente confrontación de fuerzas entre quienes defienden el orden establecido, otros que proponen un conjunto de reformas hasta aquellos más radicales que pretenden la refundación del Estado. Cuando este proceso ocurre sin la participación de la comunidad desde una dinámica democrática y es, más bien, cocinado al calor de los mismos grupos que históricamente han disputado el poder, la transición corre el riesgo de convertirse en la disputa por administrar un Estado patrimonialista, es decir, la lucha por aprovecharse de los recursos del país como si fuesen propios. En este sentido, una transición política requiere de grandes dosis de voluntad entre los diversos actores para definir y cumplir un acuerdo sostenible de beneficio común.

Al inicio, una transición puede ser todo aquello que no termina de nacer y, aparentemente, tampoco termina de morir como dijo en su momento el pensador italiano Antonio Gramsci, debido a las dificultades que podrían provocar quienes defienden el orden establecido contra quienes impulsan un nuevo estado de cosas. Eso no significa que los defensores del estatus anterior solo se encuentren en las más altas esferas del Estado, sino que también pudieran estar en las intermedia y baja. Por eso, cuando se habla de salir del populismo, el caudillismo y la dictadura, la tarea es titánica pues la realidad nos indica que persiste en Venezuela el chavismo sin Chávez, el castrismo sin los hermanos Castro en Cuba y ahora se observa el intento de propiciar un correísmo sin Correa por parte de una facción de Alianza PAIS.

Después de una década de gobierno del mismo partido, en la que los estándares que se utilizan para evaluar la calidad de la democracia advierten que Ecuador tiene una muy mala calificación debido a la trasgresión que se llevó de manera permanente y sistemática contra los derechos civiles y políticos, la transición política es una alternativa que, a manera de giro, podría repensar el sistema político en lo que se refiere a la lucha contra la corrupción y la impunidad, reformar leyes tan gravitantes como la de Comunicación, fortalecer la independencia de las funciones del Estado, garantizar unas próximas elecciones libres, transparentes y competitivas, pero sobre todo proponer un modelo de país con reglas claras y que sean el resultado de un acuerdo que incluya a los diversos actores de la sociedad en búsqueda de una democracia que se sostenga con más democracia.

Un gobierno de transición, como el de Lenín Moreno, tiene la oportunidad de colocar unos cimientos fuertes con la finalidad de que los actores que entran en juego en la búsqueda legítima por el poder propongan un plan para consolidarlos en el tiempo. En ese sentido, este tipo de gobierno puede dejar un legado, en la medida de proyectar el país al futuro sin tener permisividad ante los silenciosos defensores de la corrupción del pasado. (O)

* Docente investigador.