Indiscutiblemente la lectura desarrolla la imaginación del niño y un sentido de asombro maravilloso, comprensión del mundo.

El pequeño lector es idealista y considera cualidades muy naturales: lealtad, fidelidad, dedicación a una persona, a una noble causa. Las lecturas humorísticas le brindan una oportunidad de evasión feliz y sana, de las tensiones y conflictos; el niño lee para sentir la pura e inmaculada alegría de encontrarse en un mundo nuevo y maravilloso, al iniciarse en el proceso de descubrir nuevos campos ajenos al ambiente familiar en el que vive y crece. Encuentra en la lectura una forma de familiarizarse con otros lugares, otros periodos de la historia, otras ideas y otras formas de organización de la sociedad. Poner en manos de los niños y jóvenes los libros que han de nutrir sus inteligencias y sus imaginaciones constituye una de las actividades más plausibles del exministro de Educación Fander Falconí, promocionando la lectura mediante el auspicio a la segunda fiesta de la lectura, realizada exitosamente en Guayaquil, contribuyendo a la formación moral e intelectual de los futuros ciudadanos ecuatorianos que construirán una sociedad nueva más justa y más humana que la actual.(O)

Matilde Altamirano Silva, licenciada en Bibliotecología, Quito