La proforma presupuestaria es importante para entender la perspectiva de las finanzas públicas. Es importante pero no tan fácil de utilizar objetivamente porque la primera duda obvia es difícil de contestar: ¿crece o no el gasto público? Difícil porque la proforma del 2019 es conocida pero ¿con qué comparamos del 2018? Primera propuesta: con la proforma de un año antes. Fácil pero no muy válido, porque en el avance del año el Gobierno puede haber gastado más o menos de lo presupuestado. Segunda propuesta: comparar con el gasto efectivamente realizado en 2018. Tiene más sentido, pero la información no es muy clara, porque solo hay datos (relativamente aproximados) hasta septiembre del 2018 y no sabemos cuánto se gastará realmente hasta diciembre, estando conscientes de que el último trimestre es el de mayor gasto (en materia de personal hay el costoso décimo, pero sobre todo muchos gastos de inversión y compras se empujan hacia fin de año). Conclusión: ningún método nos permite contestar con relativa precisión la pregunta sobre la evolución del gasto. Quedamos parcialmente en las nubes.

Otra pregunta es más clara: ¿son sensatas las proyecciones que sustentan la proforma? Desgraciadamente todas parecen exageradas. Por ejemplo, el crecimiento del PIB en sus dos facetas: la inflación proyectada es 1% y el crecimiento real de la producción 1,5%, y da la impresión de que ambos indicadores estarán más cerca del 0%. Esta exageración lleva a sobreestimar los ingresos tributarios (ligados a la actividad económica) y a mejorar las relaciones de ingresos, gastos, déficit o deuda en relación al PIB. También son obviamente importantes los ingresos petroleros, y ahí el precio parece demasiado exagerado, se ha puesto 58 dólares por barril cuando en estos días está alrededor de 50… claro, hace un mes estaba alrededor de 70, pero ese es el problema del mercado petrolero: muy volátil. Debemos poner máximo (máximo) 50 dólares el barril. Y en cuanto a la producción, se estima un aumento de casi 10% en relación al 2018. Si uno toma en cuenta las proyecciones gubernamentales de aumentar la producción en más del 30% hasta 2021, esto puede ser razonable… ¿será? Dudo.

Más allá de la precisión de las cifras, parece que la proforma requiere ajustes, y el más importante es que la caída del gasto corriente y sobre todo los salarios, es muy lenta (casi nula), mientras el esfuerzo en inversión es ciertamente importante. Siempre cabe recordar que no importa si el gasto es corriente o de inversión, lo importante es que aporte productividad económica, social o institucional. Y más aún, recordar el enorme legado de desajustes, malgasto e irresponsable despilfarro que dejó el anterior gobierno. No hay duda de que el Estado tiene una cantidad de procesos, actividades, cargos que no aportan ninguna productividad, y peor aún, disminuyen la productividad de otros porque entorpecen las actividades. Bajar el gasto corriente (salarios y otros) en mayor proporción es indispensable. Más aún si vemos que algunas proyecciones están sobredimensionadas y que el nivel de financiamiento requerido es igual en 2019 que en 2018… ¡es difícil pero fundamental, elaborar un presupuesto de mayor austeridad! (O)