Ya está la proforma 2019 en la Asamblea. La acompañan textos explicativos y previsiones económicas para el cuatrienio.

Se detalla la enorme deuda heredada del gobierno anterior, que continuó creciendo en el primer año de Moreno. A lo que se suman otras obligaciones: lo que se debe al IESS, atrasos, planillas impagas a las petroleras. A lo que habrá que añadir valores que recién se facturarán cuando el pago esté listo, y los laudos arbitrales adversos que vendrán ante la ligereza con que se desconocieron los contratos con petroleras.

¿Cómo atender este y otros problemas? La estrategia es que la economía se enderece solita. No se harán esfuerzos para reducir el gasto.

El gobierno pide tregua para encuadrarse dentro del tope de deuda, 40% del PIB. Esa meta se podrá lograr en la medida que las finanzas públicas tengan un superávit de 2,2% del PIB (unos USD2,3 mil millones este año), sin contar lo que cuenta servir la deuda. Al cabo de diez años, sostienen, se lograría ese objetivo.

¿Diez años a partir de cuándo? La programación que se adjunta a la proforma revela que no se alcanzará ese superávit ni en 2022. En el mejor de los casos, estamos hablando de 2032 para encuadrarnos dentro del límite de deuda. Al próximo gobierno ya se le asignó tarea.

Este gobierno no prevé recortar el rol de pagos del gobierno central. Tampoco bajar el subsidio de los combustibles.

Las exportaciones de petróleo serían de alrededor de USD9,4 mil millones en 2019. La proforma contempla USD7,5 mil millones de ingresos petroleros, pero de ello más de la mitad se va en subsidios, al vender barato el combustible caro importado. Estamos consumiendo el petróleo, sin pagar lo que cuesta. Lo que no ayuda a bajar el déficit.

Este año, los intereses de la deuda serán de USD3,4 mil millones, aumento de USD1 mil millones. Como no reducimos gastos, vamos a necesitar cada vez más crédito, y como las tasas de interés son altas, seguirá aumentando lo que destinamos a pagarlos.

Mientras los financistas perciban que el gobierno está sobreendeudado, las tasas de interés se mantendrán altas y el pago por intereses continuará aumentando.

Las autoridades confían en que la economía se fortalezca, lo que facilitaría sobrellevar la carga del servicio de la deuda. Pero difícilmente se materializará la inversión privada en la magnitud que se requiere para ese fuerte crecimiento económico, mientras que el sector privado considere que el obeso y desfinanciado Estado es un peso muerto.

Mientras se mantengan estas circunstancias, el país no superará el estancamiento en que se encuentra: los diez años que menciona la programación cuatrienal quedan cortos. Aún no se ve la luz al final del túnel.

Tarde o temprano, por las buenas o por las malas, se tendrá que abandonar esa estrategia pasiva. Probablemente, cuando ya no nos quieran prestar dinero. Solo quedaría el Fondo Monetario, que a cambio de su apoyo financiero requerirá que el país presente un programa económico que permita superar el problema en unos tres años. Es calcado el proceso que vive Argentina.
Ahí vendrá el ajuste. Será en 2019.

(O)