Resulta difícil recibir propuestas del gobierno de turno, sin dejarse llevar por la emotividad política del momento. Sin embargo, si revisamos con cabeza fría la propuesta del famoso Tren playero nos daremos cuenta de que no es tan mala idea. En ocasiones suele ocurrir que las buenas ideas generan un rechazo contundente en las multitudes cuando estas son mal presentadas o expuestas en un mal momento.

Quizá sea el nombre con el que la propuesta fue presentada lo que provocó rechazo en muchas personas. Por Tren playero, muchos entendieron que se trataba de un proyecto recreacional, de ocio; a lo mucho, con potencial turístico. El nombre con el que el proyecto fue bautizado opaca mucho su potencial. La idea de conectar con un tren a los dos puertos más importantes del país, con sus respectivas áreas de influencia agrícola e industrial, no deja de ser persuasiva. Este proyecto puede adaptarse de modo tal que permita a Guayaquil conectarse con sus dos proyectos de movilidad regional: el puerto de aguas profundas en Posorja y el futuro aeropuerto a construirse –tarde o temprano– en Daular, lo cual puede aportar en gran manera a la logística de ingreso y salida de productos.

Otro fenómeno que podría ocurrir con este tren “costanero” es la urbanización focalizada alrededor de Guayaquil. Si este proyecto llega a realizarse, podrían aparecer proyectos suburbanos residenciales, que les permitan a muchos trabajar en Guayaquil y vivir en la playa. Algo parecido puede ocurrir con Manta. Salinas y Playas pueden resultar beneficiadas de este nuevo mercado inmobiliario producto de la implementación del tren, que además agilizaría el flujo de turistas hacia las playas ecuatorianas durante los feriados.

La ventaja que suelen tener los ejes de conexión ferroviarios, frente a las convencionales carreteras, es que el desarrollo urbano y económico puede darse de manera controlada, en puntos específicos, relacionados no con el trazado de los rieles sino con las estaciones ferroviarias. En contraparte, las carreteras y autopistas están abiertas a generar puntos de gravedad económica informal, que con el paso del tiempo se termina consolidando. Esos puntos de intercambio comercial atraen asentamientos permanentes cuando las personas que trabajan junto a la carretera deciden construir un espacio donde residir y trabajar. Es así como de pronto, de la nada, aparece junto a la carretera un poblado que antes no existía.

Sin embargo, no hay que dejar de ver y entender que la opinión pública se ha expresado en contra del proyecto porque lo cree inoportuno. Si el tren propuesto para la Costa ecuatoriana se construye con fondos privados, producto de una concesión, ¡bienvenido sea! Pero que paralelamente se atiendan otros frentes. La actual infraestructura ferroviaria no puede seguir siendo usada de manera exclusiva para actividades turísticas. El ferrocarril ecuatoriano debe ser nuevamente una alternativa para transportar personas y productos entre la Costa y la Sierra ecuatoriana. A esto debemos sumarle los otros aspectos que deben ser atendidos, tales como salud y educación.

No hay que darle un “no” tajante a las nuevas ideas; pero hay que ponerlas dentro de un contexto de prioridades. (O)