Terminó ayer el largo feriado iniciado el 1 de noviembre, 2018. Las cifras oficiales seguramente destacarán el número de viajes internos que habrían realizado los ecuatorianos en estos días y el gasto total en el que han incurrido. Como en otras ocasiones, los resultados serán “auspiciosos”; en la práctica, sin embargo, no se conoce la metodología que sustenta esas estimaciones, lo que por varias razones ha condicionado su credibilidad.

Desde el punto de vista del desarrollo es clave la seriedad de los procesos que generan información estadística. Datos confiables apoyan la gestión macro y microeconómica y favorecen la definición de políticas apropiadas, por lo que disponer de estadísticas rigurosas es objetivo esencial de los operadores privados y de los responsables oficiales en los países “normales”.

En el caso del turismo, la información estadística tendría que permitir el análisis de variables tales como el monto y la composición del gasto, los destinos y preferencias de los turistas (bajo distintas representaciones), las formas de alojamiento, el número y la clasificación entre “excursionistas” (quienes realizan sus desplazamientos en un mismo día) y “turistas” propiamente dichos (quienes pernoctan al menos una noche en el lugar visitado), la calidad de los servicios ofrecidos, entre otras tipificaciones.

Esa información debería estructurar una base de datos actualizada, que facilite definir correctivos a lo que los expertos privados y públicos –especializados, claro– estimen que dificulta el logro de metas sectoriales de largo alcance, para una actividad que dinamiza las economías, favorece la generación de empleos y es, asimismo, herramienta de apoyo a programas de remediación de la pobreza.

Para el caso del turismo receptor y del turismo emisor, el interés por conocer su evolución y evaluar su desempeño y proyección requiere informaciones estadísticas similares. Advertida la necesidad de medir los impactos económicos y sociales del turismo, desde hace tiempo la Organización Mundial del Turismo (OMT) definió una metodología específica, la de la Cuenta Satélite del Turismo (CST), así llamada porque gira alrededor del marco central de las cuentas nacionales.

La CST trata de determinar el peso de una actividad que, por la vía del gasto, estimula transversalmente la economía de los países. Por ejemplo, en Colombia y Perú el turismo representaría alrededor del 5% del PIB; en Uruguay, cerca del 9%; en México, próximo al 15%; en Panamá, 8%. En Ecuador, se hizo una aproximación coherente para el periodo 1993-2003 y una actualización en 2010: en ambos casos el turismo representó alrededor del 5% del PIB. Estos fueron los últimos resultados.

Para hacer las primeras estimaciones se puso en práctica un sistema completo de investigación estadística, siguiendo las pautas de la CST. Abarcó la caracterización del turismo receptor, del emisor y del doméstico, esta última con base en encuestas regulares y en una muestra basada en la cartografía del Censo de Población más actualizado. Esos trabajos también se han suspendido.

El futuro del turismo está aún marcado en el país por una serie de indefiniciones y metas que deberían ajustarse con rigurosidad, vista la riqueza que puede aportar la actividad.

En materia del turismo receptor y del emisor, las investigaciones estudiaron el comportamiento de los visitantes bajo el concepto de “residencia”. No hacerlo habría sido una simplificación equivocada: la estimación del gasto receptor (de no residentes que visitan el país) y emisor (de residentes que viajan al exterior) es importante porque afecta la Balanza de Pagos (BP). Es el dato que interesa, en particular el de las cuentas “Viajes” y “Transporte de Pasajeros”. Hay que conocer los flujos de turistas y su gasto, la estadía promedio, la respuesta del sector ante las preferencias de los turistas, en fin, los precios (importantísimo: hace tiempo se estimó también un índice de precios de los servicios asociados al turismo).

En el caso del turismo doméstico, igualmente interesa la información relativa a los viajes de “excursionistas” y “turistas”. La técnica aconseja –como se hizo en su oportunidad– realizar encuestas permanentes a los hogares, a fin de especificar los factores que determinarían la propensión a este tipo de desplazamientos. En la mayoría de países de la región el peso del turismo doméstico sería de alrededor del 60% del impulso económico sectorial.

Hay procedimientos que pretenden reemplazar las encuestas de hogares: uno de estos es la utilización de los resultados que ofrecería el seguimiento –bajo ciertas formas– de teléfonos inteligentes por parte de los turistas. Eurostat, unidad responsable de la estadística en la Unión Europea, ha iniciado varios análisis al respecto: una primera revisión de los resultados de esos trabajos revela las serias limitaciones del procedimiento para capturar la información que demanda un análisis serio del turismo, más allá de la pertinencia legal que tendrían los operadores telefónicos y el propio Estado. El establecimiento de la muestra estadística también es observado, así como, en varios casos, su alto costo, frente a los “beneficios” que reporta.

Teniendo en cuenta la metodología de la CST y el carácter de la actividad turística, el esfuerzo estadístico basado en planes coherentes y regulares, es esencial. El futuro del turismo está aún marcado en el país por una serie de indefiniciones y metas que deberían ajustarse con rigurosidad, vista la riqueza que puede aportar la actividad.

Parecería que la CST vuelve a ser una prioridad. ¿Meta muy alta? Sí. Y conveniente. (O)