El asilo de Julian Assange sigue motivando sorpresas y conjeturas que no paran de asombrar e indignar. En medio de la revelación de que el país ha gastado más de 6 millones de dólares en el mantenimiento de dicho asilo, se conoce ahora información respecto del irrespeto y desdén del asilado hacia normas elementales de respeto y convivencia, lo que ha llevado a que el Ecuador le imponga, un poco tardío, un protocolo especial que, entre otros puntos, hace referencia a la obligación que tiene Assange de conservar la “limpieza del baño y otros espacios que use con sus visitas”, así como encargarse del “bienestar, alimentación, aseo y cuidado de su mascota”, específicamente del gato James de propiedad de Assange que, según se comenta, hace de las suyas en la embajada ecuatoriana.

En todo caso, más allá de los recursos invertidos por el Estado ecuatoriano y de las anécdotas acerca de la higiene de Julian Assange y de las andaduras de su gato, no debe olvidar el país la serie de sucesos y ocurrencias armadas al más alto nivel oficial que trasgreden fundamentos básicos del derecho de asilo. Si bien resulta evidente que en los actuales momentos Assange constituye un embarazo para el gobierno de Moreno, debe mencionarse que fue durante este régimen cuando se dio la maniobra de conceder la ciudadanía ecuatoriana a Assange, habiéndose inclusive llegado al extremo de pretender otorgarle una designación diplomática especial, supuestamente a base de la Convención de Viena respecto de las relaciones diplomáticas. Es decir que durante este Gobierno y gracias a las gestiones de la excanciller Espinosa, Julian Assange aparece en el Registro Civil como ciudadano ecuatoriano, verdadera afrenta para quienes consideran el privilegio que debe suponer el otorgamiento de la nacionalidad ecuatoriana.

En ese punto tiene derecho también el país a conocer toda la trama que se dio antes de la solicitud de asilo por parte de Assange, pues este proceso respondió a una negociación montada por el anterior régimen, en la cual existieron actores de todo tipo y nivel, entre los cuales se cuenta el político español Txema Guijarro, miembro del grupo parlamentario Unidos Podemos y que trabajó entre el 2009 y 2015 para distintos ministerios del Ecuador. Como señalan varios medios, la participación de Guijarro en el asilo de Assange se extendió hasta el año 2015, lo que demuestra que existió un direccionamiento político muy claro en el asilo concedido a Assange; por eso resulta también interesante conocer las razones que motivaron al expresidente Correa a convertir el caso Assange en un motivo principal de su gestión, posiblemente con la idea distorsionada de erigirse como referente político a nivel mundial.

Algún día, luego de que Assange salga de la Embajada ecuatoriana en Londres, el país juzgará de manera crítica y objetiva este capítulo de nuestra diplomacia que, más allá de sus costos, ilustra el atolondrado manejo de la política exterior ecuatoriana en los últimos años. La historieta de Assange y su asilo debe terminar sin prejuicios ni dilaciones. (O)