El morenismo, gracias a la magia oscura de un grillete electrónico, acaba de lanzar la más reciente edición de lo que se consideraría una cacería de brujas al estilo medieval. Y un poco de una suerte de feria de palos de ciego, también.

El sábado anterior, el exsecretario de Comunicación del correísmo, Fernando Alvarado, astutamente se retiró el grillete electrónico que lo acompañaba desde agosto pasado y se los colgó en la parte más visible de decenas de funcionarios del actual gobierno de Lenín Moreno. Y como se percató de que esa sagaz movida no fue advertida a tiempo, les pasó un mensaje por los grupos de WhatsApp, no vaya a ser que el aparatito termine extraviado.

Ya despiertos y alertados de las consecuencias de los actos de uno de los hombres fuertes del Gobierno anterior, investigado por malversación de fondos públicos, la cacería y la paliza empezaron destronando a los más débiles de la cuerda: “Toda la cadena de responsabilidad de Rehabilitación Social del Ministerio de Justicia, incluyendo a los operadores del ECU-911 que estaban a cargo del monitoreo del grillete electrónico que este tenía. Son casi 20 funcionarios”. Y por supuesto que eso no fue todo, terminaron por allanarse ellos mismos.

El episodio de vergüenza internacional nuevamente pone de manifiesto esta suerte de desgobierno, gobierno cansado, a medio gas o diésel con el que el ciudadano común evaluaría en términos de sabiduría popular.

Esta desinstitucionalización no tiene un único indicador: las dolorosas fotografías de militares ecuatorianos con las manos esposadas –e indirectamente ensangrentadas con el recuerdo amargo de un equipo periodístico caído en plena cobertura en la frontera norte– o la violenta muerte de tres personas en manos de una iracunda turba en una población llamada Posorja, o la abusiva campaña de una empresa aseguradora que en complicidad con los bancos ejecutan descuentos no autorizados a varios cuentahabientes –empresa en la que funge como inversionista un alto funcionario de este Gobierno– arrinconan simultáneamente a varios de los poderes que estructuran el Estado.

En la cacería de brujas han caído, e irán cayendo más, funcionarios casi invisibles; empleados sin la capacidad de respuesta judicial por la propia condición política del hecho en mención. Y la saña con la que actuaron en contra del exvicepresidente Jorge Glas al ubicarlo como la piedra de choque de toda esa ira soberana de Carondelet que no logra sacarse el fastidioso grillete de Alvarado colgado en lo más visible de sus conciencias.

El caso del señor de apellido Michelena es aparte. Exfuncionario del gobierno de Rafael Correa, subalterno de Alvarado, ha hecho gala de unas intervenciones públicas en las que muestra, en demasía, el poder que cree tener sobre otras instituciones; y ha solicitado públicamente medidas que a él no le correspondían. Así no se puede.

La atención sobre todo esto se mantendrá con la esperanza de que no se diluya –como el plazo dado a Guacho por el presidente Moreno para que se entregue– y se difundan respuestas obligatorias, sensatas, inteligentes, más allá de la cantaleta de la “culpa de Correa”, la cámara oculta en la presidencia o el intercambio cuántico millonario de átomos. Por favor. (O)