Es triste leer noticias catastróficas que a fuerza de repetición van disminuyendo el asombro y con ello el horror que nos deberían producir.

Copié el título del microcuento de Jorge Luis Borges, que evoca ese repetir circular de atrocidades que destruyen la República. Un Ecuador que se parece a César recibiendo puñaladas de sus cercanos, hasta rendirse a la muerte con la estocada de su protegido Marco Bruto: “¿Tú también, hijo mío?”…

Una niña embarazada de doce años es arrastrada a punta de pistolas frente a sus compañeros de aula, ella grita que la ayuden, que no dejen que se la lleve. Frente a la detención del secuestrador su familia con naturalidad expresa que no hay crimen porque la madre la entregó y que “ya estaban en junta ocho meses”. ¿Qué nivel de ignorancia de derechos puede existir para que se den niñas como propiedad a adultos en pleno siglo XXI? 

Ciertos miembros de las Fuerzas Armadas hacen negocios repugnantes con los criminales más sanguinarios. Una institución en la que nadie desafía al superior, por corrupto que sea. Por eso no hay testimonios que contribuyan a esclarecer los crímenes en los que sus compañeros participan, desde el asesinato al general Gabela hasta la venta de armas a asesinos.

Políticos que en sus mínimos espacios de poder exigen parte del salario a sus subordinados. Al momento se mencionan un par de nombres de legisladores cuando en todas partes existen desde hace años esas prácticas miserables que por conveniencia política se perdonan para asegurar votos en la Asamblea o concejos municipales.

Aquel Assange que otrora fuera adalid de la información libre, hoy molesto con el canciller que cumplió la ley al entregar información sobre el proceso irregular que le dio la nacionalidad ecuatoriana. Un privilegio que él lejos de agradecer busca denostar con declaraciones de desprecio y hasta demandas judiciales contra el país que lo acoge.

 La descoordinación en los distintos estamentos del Estado que facilitaron la huida de Fernando Alvarado, que hizo gala de su burla al anunciar la fuga por  WhatsApp, consagrándose como uno de los cínicos más grandes que parió el correísmo.

Rumores que llevan a un linchamiento en Posorja que muestra en la crudeza de la turba cuán poca confianza hay en la Policía y el sistema de justicia. Empeora la tragedia cuando en redes sociales personas de todo nivel educativo dicen que matarían con sus manos a quien se metiera con sus hijos. Así hay hoy cinco niños huérfanos de esa pareja asesinada y de su cómplice.

Esas puñaladas que recibe nuestra nación muestran la descomposición institucional que aumenta como los giros de un ciclón arrasando todo y no parará mientras la corrupción y desidia reinen en el país. Tal vez el Gobierno pueda recuperar algo de confianza de la ciudadanía si entran a la cárcel y devuelven lo robado algunas de las autoridades del gobierno de Correa que hoy usan sus fortunas para desestabilizar más al país. Tal vez.

Mientras tanto, la trama persiste, ¿qué institución no sufre el embate de esta descomposición? ¿De cuál de ellas no podemos decir: tú también, hijo mío?(O)