En los últimos meses es inevitable que hablemos sobre la corrupción, porque no vemos avances significativos en la guerra que el país libra contra ella. Es necesario intentar otras perspectivas. No hay gobiernos corruptos, porque los gobiernos son entes para regir las sociedades humanas. Hay corruptos que gobiernan y cuando la codicia se generaliza, la impresión de la gente es que todos son corruptos y hablamos de gobiernos corruptos. Pero ladrones hay en todos los gobiernos, aun en los que se consideran honrados. En este mismo momento en que escribo y usted lee, en alguna parte del país hay alguien que trama o comete algún delito contra el dinero público. Es la naturaleza humana. El mal existe y es una fuerza inextinguible, poderosa. Por lo cual depende de la formación de las personas la virtud de resistir la tentación del dinero fácil.

Desde que tenemos uso de razón debemos aprender a ser honrados y respetuosos. Ya lo escribía Aristóteles a su hijo Nicómaco. Y la enseñanza tiene que insistir en que hay gente honrada en los gobiernos, y que hay algunos gobernantes que sirven como fanales. Entramos en un feriado largo para celebrar el 9 de Octubre. Tiene sentido que recordemos cuán honrado fue el Padre de la Patria, José Joaquín de Olmedo. No solo fue un hombre cabal (“poseyó todos los talentos, practicó todas las virtudes”), sino que fue un excelente administrador que comprendió que no podía dirigir la guerra de la independencia sino que debía encargarla a un militar, al general Sucre. Son conocidas su prudencia y su visión de estadista. En aquellos días vivió otro hombre paradigma de honradez: don Vicente Rocafuerte (no fue doctor) era muy rico. Cuando fue embajador de México en Inglaterra y Holanda obtuvo el reconocimiento de la independencia de aquel país y negoció en 1827 para Colombia diversos préstamos en la casa Baring y la banca inglesa. Como presidente del Ecuador fue pulquérrimo. Igual que García Moreno, quien en alguna ocasión puso dinero de su bolsillo para que no se detuviera la construcción de una carretera.

Don Eloy Alfaro gastó su fortuna en la Revolución liberal. En Panamá se hizo rico comerciando con sombreros Jipijapa. Cuenta Pareja Diezcanseco que cuando se firmó el contrato para la construcción del ferrocarril, Archer Harmann ofreció a Alfaro una parte de las acciones de The Guayaquil and Quito Railway Company. Alfaro aceptó, pero no para él sino para el Gobierno del Ecuador. Fueron igualmente honrados Alfredo Baquerizo Moreno, Juan Martínez Mera, Galo Plaza, los Arosemenas, Tola y Monroy. La honradez de Velasco Ibarra fue proverbial. Murió pobre, de pena y amor por su esposa, doña Corina, a quien había atropellado un bus en Buenos Aires cuando llevaba la compra del mercado. Otros presidentes honrados del siglo XX fueron Jaime Roldós, Osvaldo Hurtado, Rodrigo Borja, Sixto Durán-Ballén. No sigo porque me falta espacio, pero tenemos ejemplos que nos salvan la cara de la vergüenza de otros que no lo fueron y envilecieron la banda tricolor.

En la guerra de la corrupción debemos vencer y tomar la iniciativa recordando que el mejor negocio es ser honrados.

(O)