La lectura da al niño y a toda persona conocimientos que no necesariamente se aprenden en la escuela, pero es aquí donde a veces este despertar para amar la lectura se pierde. Digo se pierde por las experiencias que he tenido al visitar escuelas, colegios en calidad de escritora y dialogar con los niños. A una menor le pregunté si le había gustado un cuento mío y me dijo: “Yo no sé leer”. La profesora estaba sentada y entretenida con el teléfono celular; ¿será lectora la maestra? El problema viene cuando en la casa tampoco se lee por las condiciones del entorno familiar. En otros casos la calidad de los niños lectores es diferente, posiblemente porque el número de alumnos en un aula es inferior a otros establecimientos.

Pregunto a estudiantes si en las casas los ayudan a leer, por ejemplo, contestan que sus padres casi no pasaban en el hogar para que les den ayuda. En cuanto a maestros tenemos varios que no les interesa animar a los niños a leer cuentos, fábulas, poesías, etcétera; ellos tienen muchas presiones de directivos y hasta del Gobierno para que impartan “asignaturas importantes” del currículo, y no se dan cuenta de que para los niños es más importante leer que estudiar. Tenemos que preparar talleres para los maestros sobre cómo enganchar a los niños en la lectura; tengo esta preocupación y yo volveré a hacerlos cuantas veces sea necesario, para recordar que los conocimientos importantes se aprenden con la lectura libre y entretenida. Es necesario que al escoger una lectura sea del nivel apropiado a la edad y al conocimiento, para que el niño se enganche; muchas veces en este escoger no se mide el interés del menor sino el interés y el compromiso del colegio.

Es preferible que el niño empiece a leer con poco texto y no con lecturas de párrafos largos, porque se sentirá derrotado desde el primer momento al revisar el libro y saber que no podrá terminar; sobre todo en la etapa inicial, que su lectura es silábica. Los trabalenguas ayudan a pasar un momento inigualable entre los miembros de la familia, mejorando la pronunciación de las palabras. Por ejemplo: “Un tubo tiró un tubo, y otro tubo lo detuvo; hay tubos que tienen tubos, pero este tubo no tuvo tubo”.

“Mírame sin mirar, Myriam, mírame mientras me muevo. No me mires, Myriam mía, no me mires que me muero”.

“Tengo una gallina pinta, pirinca, pirinca, con sus pollitos pintos, pirincos, pirincos; si ella no fuese pinta, pirinca, pirinaca, no criaría los pollitos pintos, pirincos, pirinicos”.

Recomiendo leer con los niños, amorfinos, ejemplo: –“Señora Prudencia, señora vecina, ¿usted ha visto a mi gallina? No ha vuelto a aparecer desde que se fue a la esquina”.

–“No se preocupe, vecina, por buscar a su gallina; calientita ella está en la olla de mi cocina”.(O)

Margarita de Baquerizo, librera y escritora, Guayaquil